Los materiales rocosos marcan el carácter de los pueblos de la comarca leonesa de Omaña como la del pueblo de Sosas del Cumbral (en la foto)Sandra Santos
Rutas: fauna, flora y patrimonio dan vida a la comarca leonesa de Omaña
Sendas con miga ·
Este enclave, a 45 minutos de la capital, fue declarado en 2005 Reserva de la Biosfera. En él se conservan todavía joyas arquitectónicas de pizarra y piedra que conviven con los urogallos o el oso pardo
Fauna, flora y patrimonio cultural se alían para dar forma a la comarca de Omaña. Este enclave, declarado en el año 2005 Reserva de la Biosfera, se sitúa en el norte de la provincia de León. Un lugar mágico para perderse situado a tan solo 45 minutos de la capital leonesa. Conocemos parte de este paraje con una ruta a pie, alrededor de 25 kilómetros, aunque se puede acometer de otras maneras.
El camino empieza en Riello, cabecera de comarca. Llegamos a El Castillo, que debe su nombre a una fortaleza construida en la Baja Edad Media de la que aún se encuentran visibles algunos restos. Estecastillo no fue diseñado con parámetros meramente defensivos, sino que fundamentalmente responde a las necesidades señoriales de control del territorio. Leyendas, historias y fábulas sobre este lugar siguen presentes en las conversaciones de los lugareños. Una de ellas relata que un pasadizo con escaleras de oro unía este fortín con el final del valle. Muchos lo han buscado pero ninguno lo ha encontrado. En la Omañuela, el Santuario de Pandorado nos marca un alto en el camino. Levantado en el siglo XVII, establecía la división antiguamente entre las diócesis de Astorga y Oviedo. Su origen, según la tradición, se remonta a un milagro realizado por la Virgen en los campos de trigo maduro de la localidad, de ahí su nombre, Pan-Dorado. Cada 15 de agosto le agradecen este gesto celebrando una romería. Allí hablamos con Eliocer, párroco de 33 pueblos de esta comarca, que comparte los detalles de esta fiesta que cada año reúne a cientos de vecinos. «Los pendones acompañan a la imagen de la Virgen y de San Isidro en una pequeña procesión que culmina en la ermita. Después de oficiar la misa y bendecir el pan se abre paso la música y el baile», detalla este sacerdote que conoce bien estos pueblos.
En la primera foto, Mari Cruz y José Luis, dos vecinos de Villarín que dan vida a esta zona; enla segunda, una rueda de un molino situado en Sosas del Cumbral, y en la tercera, un brete utilizado para inmovilizar equinos en Villarín
Sandra Santos
Sus ojos divisan día tras día estos paisajes, su patrimonio y a sus gentes. Una idiosincrasia de la que se siente muy orgulloso y espera que no se pierda nunca. «En cada pueblo hay riqueza de vida y esa fortuna es la que tenemos que seguir ofreciendo para exportar convivencia», reflexiona este religioso.
Nos despedimos de Eliocer y seguimos nuestro camino hasta llegar a la localidad de Villarín. A la entrada nos espera una fuente natural. Cogemos fuerza bebiendo este 'brebaje energético'. La singularidad de estos pueblos, donde la piedra y la pizarra marcan su carácter, fija nuestra mirada. Pasado y presente conviven en estos espacios, donde aún se puede ver un antiguo brete restaurado, más con el fin de hacer memoria que con el de herrar a los animales. Bosques con una biodiversidad elevada, destacando sus masas arboladas de robles y especies en peligro crítico, como el urogallo o el oso pardo, conviven con unos ríos donde la trucha sigue cabalgando a sus anchas por estas aguas cristalinas. Un lugar que invita al descanso, así lo corroboran Mari Cruz y José Luis, unos vecinos de esta localidad con los que nos paramos a charlar.
Llevan toda la vida viviendo aquí y por mucho que pasen los años les siguen maravillando sus paisajes. «En la primavera es precioso, pero sobre todo en el otoño cuando la hoja adquiere tonalidades amarillentas dibujando una bella estampa», explica Mari Cruz, sin perder de vista el maravilloso paisaje que le recibe cada mañana al despertarse.
El punto más alto
Esta pareja, ya de jubilados, lleva una vida basada en la tranquilidad, aunque nunca paran porque en un pueblo siempre hay cosas que hacer. «Tenemos gallinas, conejos, ovejas; hay que coger leña para la cocina, atender la huerta...», enumera José Luis.
Dejamos Villarín y seguimos el sendero camino de Sosas del Cumbral. Por esta vereda se deja ver el Cueto Rosales, ofreciendo una panorámica sin igual. Se trata del punto más elevado de la zona, a 1.550 metros de altitud, donde los valles rodeados de robledales dibujan un colorido paisaje para la provincia de León. A toque de campana y a ritmo de fiesta se nos da la bienvenida en Sosas. Allí nos dicen que los vecinos de este pueblo han restaurado un molino comunal. El olor de la harina y el ruido de la piedra nos guía hacia él. Hoy el molinero es Maximiliano, que fue uno de los precursores de volver a recuperar este artefacto. «Después de 30 años parado, volver a ponerlo en funcionamiento fue como regresar a mi niñez», explica. Un pequeño riachuelo hace mover la rueda. Ahora gira como excusa para juntar a los vecinos en una especie de 'filandón', pero en su día no paraba. «Cuando había agua, estaban moliendo día y noche centeno, que era lo único que había y cuando se acababa el agua, bajaban a moler a Vegarienza, otro de los pueblos aledaños», recuerda Maximiliano.
No te pierdas
El castillo
Una fortaleza construida en la Baja Edad Media de la que aún se encuentran visibles algunos restos. Leyendas, historias y fábulas sobre este lugar siguen presentes en las conversaciones de los lugareños.
El Santuario de Pandorado.
Levantado en el siglo XVII, establecía la división antiguamente entre las diócesis de Astorga y Oviedo. Es uno de los lugares mágicos del recorrido.
Cueto Rosales.
Se trata del punto más elevado de la zona, a 1.550 metros de altitud, donde los valles rodeados de robledales dibujan un colorido paisaje para la provincia de León.
A Vegarienza nos dirigimos nosotros, pero no a moler sino a comer. El apetito llega y qué mejor que deleitarse con productos de la zona. Entramos en Casa Maxi, aunque quien lleva la batuta de este hogar son su madre Selima y su hermana Ana Mari. La carne predomina en este lugar, en el que rápidamente te sientes como en casa. Llosco, picadillo y filetes de cerdo son colocados en el centro de la mesa. Comienza el festín.
Reposando todos los mangares engullidos culmina nuestro camino. De esta forma, termina una bonita ruta que sirve para reencontrase con el pasado, revivir la historia y rodearse de un entorno admirable.
Un llosco, listo para comer
El Norte
El llosco
El llosco está compuesto por diferentes piezas procedentes del despiece del cerdo. Carne con hueso adobada con sal, pimentón y ajo para luego embutirla en el ciego del 'gocho', como se conoce tradicionalmente en León a los animales porcinos. Este plato es similar al botillo berciano. Un manjar que se come acompañado de patatas y chorizo o en arroz. Un buen vino y pan de hogaza son dos perfectos aliados para redondear a este plato típico de la zona de omañense de León.
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