
Frambuesa, un delicado fruto agridulce
La madurez de las frambuesas llega con los meses de verano y otoño, la mejor época para consumirla en fresco
Fruto del frambueso o sangüeso, la frambuesa, delicada y colorista, es una verdadera joya para el paladar y los ojos. Sabrosa y sugerente. Muy apreciada y muy perecedera. Esta planta crece silvestre en diversas regiones de Europa y de España, pequeña, cónica o redondeada con una piel aterciopelada de color rojo o amarillento, aunque también se cultiva y su producción es muy apreciada. La pulpa es muy aromática y su sabor es agridulce. Puede consumirse cruda o emplearse para elaborar mermeladas, jaleas y bebidas. En macedonia, ensaladas, con yogures naturales o en helados. ¿Fresca? Lo mejor, pero también se pueden encontrar congeladas.
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En cuanto a los platos contundentes que protagonizan ciertas carnes, agradecen para contrarrestar la potencia de su sabor, el toque agridulce que proporciona una crema de frambuesas, junto a setas como los boletus o níscalos.
Sus propiedades nutricionales van desde el control natural del peso, pasando por el fortalecimiento de los huesos y su gran poder antioxidante. Para ello, la mejor forma de aprovechar al máximo todas las propiedades de la fruta es incluirla en la rutina diaria en forma de zumo, té, mermelada y, sobre todo, frescas. Para aumentar su conservación, dado su delicadeza y corta vida, se pueden introducir en el frigorífico hasta tres días o congelarlas. De hecho, resulta sabroso y decorativo echarlas sobre una bebida en su forma congelada, sustituyendo al hielo. Las frambuesas frescas se suelen consumir solas o con nata, pero se emplean en pastelería para aromatizar postres o preparar zumos y aguardientes. El jugo se emplea incluso para mejorar el sabor de preparados farmacéuticos. Para todas estas aplicaciones se suelen utilizar variedades rojas y grandes con pocas pepitas.
La madurez de las frambuesas llega con los meses de verano y otoño, la mejor época para consumirla en fresco. No obstante, es posible encontrarlas en el mercado durante prácticamente todo el año.
Para elegir ejemplares de calidad es necesario que presenten colores rojos intensos, la piel tersa y dura, grosor considerable, tallo en tonos verdosos, así como un tacto seco y fresco. Hay fundamentalmente dos variedades: reflorescentes, remontantes o bíferos. Los frutos fructifican en otoño (de brotes anticipados) y en junio. Destacan por su valor ornamental en jardines, ya que sus frutos, pequeños y de perfume débil, presentan sensaciones de escaso dulzor en la boca. Las no reflorescentes, no remontantes o uníferos solo fructifican en julio. De frutos más gruesos, dulces y aromáticos.
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