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La cerveza, el sonido y el sabor del ámbar

Para los expertos, beber la cerveza helada, aunque es una práctica bastante extendida, no es recomendable

Ana Santiago

Valladolid

Martes, 5 de marzo 2019, 12:32

Dicen que la cerveza hay que saber beberla y escucharla. Ni sirve cualquier vaso, copa o jarra, ni es solo cuestión de gusto –sino que interviene la vista, el oído y el olfato–, ni todas frías ni todas a temperatura ambiente. Dicen que debe consumirse ni muy fría ni muy caliente –aunque el verano hace replantearse las limitaciones en cuanto a la temperatura y el recipiente helado–, y aseguran que es la mejor compañía para cualquier delicia gastronómica o sencillo bocadillo.

Para los expertos, beber la cerveza helada, aunque es una práctica bastante extendida, no es recomendable. Y lo argumentan: El frío inhibe los receptores gustativos de la lengua e insensibiliza el paladar, impidiendo disfrutar de muchos de los matices de este zumo de cebada tan extendido. Las más suaves aceptan mejor el frío, y de ahí la lógica de que en el sur sean con dicha personalidad. Las más intensas y con mayor complejidad, las artesanas, es mejor consumirlas a temperaturas ligeramente superiores para no perder matices. También influye la zona, el norte –y más al norte, como Inglaterra o Alemania– invitan a una bebida casi caliente y su sabor y disfrute es también extaordinario. Acompañan a una buena merienda, a una cena ligera, como tentenpié, o cualquier comida, pero tienen un lugar de prioridad en una buena barra de bar o en casa.

También dicen los expertos que la cerveza se disfruta mucho más servida en una copa, y las hay para cada una de las variedades que ayudan a potenciar el sabor, reteniendo o liberando aromas, la textura y la percepción. Pero un vaso sencillo de tamaño medio es también una gran elección. En todos los casos, desde luego, sea botella o de grifo, hay que servirlas bien con la justa medida de espuma, especialmente las cañas, y de un barril que no esté aburrido de su escaso uso.

Y si de una cata se trata y, por lo tanto, de probar diferentes cervezas, siempre es mejor empezar por la más suave y terminar por la más intensa. Este lógico viaje de sabores permitirá identificar matices; degustarlas a la inversa perjudicaría a las suaves. Para saber si la copa está bien limpia y la cerveza bien cuidada, hay que hacer la prueba del 'encaje de Bruselas'. Sencillo: Hay que inclinar la copa para ver si la espuma se adhiere a las paredes de la misma. Si deja estas marcas similares al tejido belga de hilo de lino, es que todo va bien.

Es una larga tradición la que llega a cada copa y la que combina con el estilo de vida y el tapeo tan español, eso sí, con responsabilidad y moderación, dado que, aunque hay versión sin él, es una bebida con alcohol.

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