andrea d. sanromá
Sábado, 30 de noviembre 2019, 08:43
Haciendo gala de la épica resistencia numantina, Gregorio de Pablo de María apuesta por su pueblo, Muñecas, ubicado en la provincia de Soria y con apenas nueve habitantes, para continuar con su negocio de hostelería. Allí, desde hace un año, ha vuelto a abrir sus ... puertas el restaurante Los Girasoles, «es una inversión que es una locura pero para mí es una locura bonita». Ya jubilado, Gregorio no tira la toalla y retoma un negocio que dio sus primeros pasos en 2007, aunque desde entonces ha tenido una vida intermitente, «cerramos debido de a la crisis, después lo ha llevado un chico, pero finalmente he vuelto a tomar las riendas de mi capricho».
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Un espacio familiar, en mitad de la naturaleza muy próximo al parque natural del Cañón del Río Lobos, donde la gastronomía tradicional y casera encuentra su tiempo en los fogones de Goyo. «A mí siempre me gustó cocinar, somos siete hermanos y yo lo aprendí de mi madre aunque mi mujer también es cocinera», explica mientras apura los últimos toques del bacalao al estilo Goyo, con verdura, tomate, un poco de manzana asada... en definitiva, resume «un plato contundente».
Otra de las especialidades es el cochinillo frito con pimiento verde, las alubias pintas con morro u oreja o los boletus «con receta especial ideales para acompañar una carne o pescado». Hacen acto de presencia también los torreznos de Soria y la morcilla de Burgos y previo aviso el pollo de corral o los pichones escabechados.
Orgulloso de su pueblo, aunque pasó la mayor parte de su vida en El Burgo de Osma, Goyo insiste en que «deberían ayudar de alguna forma a la gente que quiere trabajar en su pueblo porque no lo ponen nada fácil». El restaurante, que cierra los viernes, tiene también una zona de bar dónde se reúnen los vecinos, «cada día somos menos uno que se enfada, otro que se muere pero solemos echar aquí la partidilla», apunta. Goyo reconoce que la del cocinero es una opción de vida que tiene que ser vocacional, «a mí me encanta lo que hago y hablar con la gente que viene, ofrecerles comida casera y trato familiar».
El comedor alberga capacidad para cienta comensales y está decorado con motivos naturales y sobre todo con girasoles porque «es la flor favorita de mi mujer», incluso tienen hasta cigüeña. Construyeron en el exterior un nido que rápidamente encontró inquilino, «es que ver nacer y criarse a los polluelos es un lujo. La naturaleza, la tranquilidad y la buena gastronomía es algo a lo que no te puedes resistir», concluye.
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