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andrea d. sanromá
Sábado, 23 de noviembre 2019, 08:34
A ochocientos setenta metros de altura se asoma el balcón más grande de la provincia de Palencia. Se encuentra en Autilla del Pino, un municipio con apenas 235 habitantes donde el uso de las bodegas como lugar de encuentro y meriendas está fuertemente arraigado. Desde ... el mirador de Tierra de Campos, que da nombre a la bodega, se divisan más de 26 pueblos.
En este lugar, Rubén Renedo y Susana García abrieron hace dos años las puertas de la bodega para ensalzar la gastronomía local. Se trata de un lugar indispensable para hacer la correspondiente parada y coger fuerzas. Comida casera y productos de la zona, el lechazo y los asados por encargo.
«Si quieres el picoteo típico con productos de la tierra, aquí lo encuentras, y si prefieres algo mas elaborado, también», explica Susana que junto a su marido regenta esta pequeña bodega, que en la temporada de invierno reduce su horario a las noches de jueves y viernes, mientras que el fin de semana y festivos ofrece servicio de comidas y cenas. En la carta encontramos queso de oveja de Venta de Baños, jijas y escalopines de ciervo, morcilla de Autilla. «No es como la de Burgos, con tanto arroz, ni como la de Villada, con tanta cebolla, pero está jugosa y gusta mucho», apuntan. Además también destacan el bacalao a la castellana, una pieza de lomo con ajo, pimentón y aceite de oliva servido en cazuelita de barro.
En cuanto a los platos de carne, se puede decidir entre el chuletón, las chuletillas y las carrilleras de cordero. «Hay que venir con tranquilidad para disfrutar del espíritu de la bodega», explica Susana, que reconoce la paciencia de la gente. «Lo preparamos todo al momento, porque el sabor es mejor cuando está recién hecho», dice.
Este joven matrimonio apostó por la vida en el medio rural y ha cumplido ya doce años al frente de otro negocio, La Bodega de Abajo, que cierran hasta que llega el buen tiempo. «En Semana Santa cumpliremos dos años con esta de arriba que compramos recientemente», dice Rubén que se ha dedicado toda su vida al sector de la hostelería. «La experiencia es muy dura. Esto es muy vocacional», subraya. Un proyecto familiar que sirve además para promocionar los productos de la zona.
En los días festivos y en el verano llegan del País Vasco y Cataluña descendientes de la provincia, mientras que en invierno, los más curiosos suelen ser los vecinos de núcleos cercanos, como Cascón de la Nava, Paredes, Mazariegos o Villamartín. «A nosotros nos encanta lo que hacemos, porque si no, no estaríamos aquí», afirman convencidos.
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