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César Pérez Gellida se ha convertido en uno de los escritores actuales más destacados de la novela negra española. El vallisoletano, que da los últimos pasos de la campaña de promoción de 'Todo lo peor', ya tiene avanzada su nueva obra. Como algunos de sus ... personajes, no oculta su afición a la buena mesa.
–¿Una novela se cocina a fuego lento?
–Si se puede, sí. Conviene que se cocine a fuego lento. Las prisas no son nada buenas para casi todo, pero en la escritura y la cocina seguro que no.
–¿Cuánto tiempo ha estado en el horno su última novela, 'Todo lo peor'?
–Once meses.
–Entonces, once meses a vueltas con la trama.
–Convivo con los personajes diariamente, desde que comienzo a elegir los ingredientes que va a llevar la novela hasta que sale el plato se tarda mucho tiempo. Estás conviviendo continuamente con ello. No trazo la trama a priori, la voy desarrollando mientras voy escribiendo. Es un poco de improvisación desimprovisada.
–Algunos de sus personajes son aficionados a la buena mesa.
–Sobre todo Sancho, un talibán de los vinos de la Ribera del Duero. Le gusta además rodearse de gente que los aprecia. Cuando tú cedes parte de tu ADN a los personajes, es que eso está muy dentro de ti. Un restaurante o un bar, delante de un buen plato de comida, con un vino o una cerveza, es el sitio ideal para mí.
–Como a sus personajes, le gusta la buena mesa.
–De siempre. La suerte de los vallisoletanos es que tenemos buena mesa al alcance de la mano. Raro es el sitio donde comes mal. Es nuestra suerte.
–Ha vivido fuera de España, ¿es de los que echa de menos la comida española o se adapta bien a lo que se come en otros países?
–Las dos cosas. En Argentina me adapté muy bien. Tienen una cocina poco variada, pero excelente. Aprendí a hacer los asados. Tanto es así que acabé haciendo uno para más de sesenta personas. Pero es verdad que fuera echas de menos lo que no puedes conseguir, que allí es mucho, caso del embutido, el jamón... Productos que nosotros tenemos al alcance de la mano y allí no los ves.
–Me he convertido en un fan de las mollejas de ternera que preparan en Melêl (Valladolid). Están exquisitas. También soy un aficionado al steak tartar, un plato que tiene muchas formas diferentes de prepararse. Lo pruebo cuando tengo oportunidad. Es como en el mus, que no hay jugador malo. Tampoco hay steak tartar malo. Sitio en el que lo tienen en la carta, lo pruebo. Me encanta también el jamón acompañado de un buen vino. Un jamón ibérico con un Ribera del Duero es un matrimonio perfecto, aunque el vino sea joven. Me basta que tenga algo de barrica.
–Lo más raro que ha comido...
–Escorpión en Shanghái. Estaba frito y se podía comer. Era un crujiente que, como lo especian mucho, al final no sabes ni lo que estás comiendo. No me disgustó.
–Tal es su fijación con la hostelería que a los lectores de El Norte se dirige desde una cantina.
–Siempre me ha gustado. No me había dado de cuenta, pero es verdad que tengo una fijación con la hostelería (risas). La cantina es un sitio muy cercano. Intentas conectar con el lector y el entorno de la cantina cuadra.
–No hay mejor plan que un cachi de cerveza, un bocadillo de panceta y un derbi vallisoletano de rugby.
–Eso es un planazo, aunque no soy mucho de bocadillo de panceta. La cerveza y el derbi, perfectos.
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