Me gusta Portugal. El país, su gente, sus vinos y su cocina. Por eso mi primera salida fuera de España tras levantarse las restricciones ha sido a Oporto. He seguido muy de cerca la evolución de la cocina portuguesa en los últimos quince años y ... ha sido espectacular, pese a lo cual sigue minusvalorada por la Guía Michelin. Cierto que esa cocina estuvo bastantes pasos por detrás de la española en aquellos años frenéticos en los que nuestros cocineros revolucionaron la gastronomía mundial. Pero eso ya es historia y a Michelin sigue costándole reconocerlo. Sólo 28 restaurantes lusos lucen algún 'macaron' en su puerta, y de ellos nada más que siete han logrado el segundo. De un tres estrellas ni hablamos.
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En cuanto a los siete biestrellados, uno está lejos, en la isla de Madeira, dos en el Algarve, acogidos a los hoteles de lujo donde se alojan los turistas centroeuropeos, dos en Lisboa y los dos restantes en los alrededores de Oporto. Uno de estos es The Yeatman, en Vila Nova de Gaia, al otro lado del Duero, en la zona que ocupaban las bodegas históricas donde se elaboraban sus grandes vinos.
Situado en el magnífico hotel del mismo nombre, con espléndidas vistas de Oporto. Aunque no se alojen allí, al menos acérquense a tomar una copa de vino en la terraza de su bar disfrutando de la espectacular panorámica. Desde su apertura hace una década, al frente de la cocina está Ricardo Costa, buen representante de la nueva generación de cocineros lusos.
Dotado de muy buena técnica, busca siempre el mejor producto y sabores nítidos, alternando platos muy académicos con revisiones del recetario popular. Como les ocurre a tantos cocineros portugueses, se fija mucho en España y en lo que aquí ocurre. Por eso su menú actual se abre con un aperitivo en el bar, sigue con el paso de los comensales por la cocina para tomar allí otro 'snack', y termina en el comedor. ¿Les suena?
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Además de las vistas, elaboraciones como el buñuelo de sepia al curry con holandesa picante, el rodaballo con hojas silvestres o un excelso cochinillo justifican la visita. Como la justifica la magnífica selección de vinos portugueses que acompañan al menú. Al fin y al cabo, en The Yeatman se rinde homenaje al vino. Y los del país vecino son excelentes.
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