A los pies del volcán
Un comino ·
«Cuando las erupciones han terminado y la tierra se enfría, al cabo de muy pocos años, no más de cuatro según los expertos, la vida empieza a germinar en aquellos lugares donde cayó la ceniza»Un comino ·
«Cuando las erupciones han terminado y la tierra se enfría, al cabo de muy pocos años, no más de cuatro según los expertos, la vida empieza a germinar en aquellos lugares donde cayó la ceniza»Las personas que no hemos nacido cerca de los suelos volcánicos tendemos a identificar esos campos negros con espacios yermos, como si la vida tuviera dificultades para desarrollarse en ellos. Más aún en estos meses en los que asistimos en directo al espectáculo de la ... transformación del corazón líquido de la isla de La Palma en una nueva piel de ceniza y lava y empatizamos con el sufrimiento de las familias que pierden sus casas y sus recuerdos.
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Sin embargo, la realidad de estos campos es bien distinta en muchos de estos espacios repartidos por todo el mundo en los que la tierra respira con fuera de adentro hacia afuera. Cuando las erupciones han terminado y la tierra se enfría, al cabo de muy pocos años, no más de cuatro según los expertos, la vida empieza a germinar en aquellos lugares donde cayó la ceniza incluso con más fuerza que antes de iniciarse las explosiones.
Las comunidades que han vivido históricamente junto a los volcanes bien lo saben y a lo largo de siglos se han sentido íntimamente ligadas a ellos. La relación entre el hombre y estos suelos suele ser mucho más estrecha que en otros lugares frondosos, como si en esa relación ambos, el suelo volcánico y los hombres, tuvieran que darse mucho más el uno al otro. Más riqueza a cambio de más dedicación y más cuidados; una agricultura más penosa, menos mecanizada, a cambio de recibir productos con un sabor inigualable.
A estas tierras volcánicas los científicos las denominan andosoles, suelos negros y fértiles originados a partir de rocas, cenizas y otros elementos minerales que pueden ser una fuente esencial de nutrientes para diferentes ecosistemas. Además, tienen una capacidad increíble de regular el ciclo del agua, consiguiendo máximos aprovechamientos. A lo largo y ancho del mundo, esos andosoles son suelos que acogen cultivos de caña de azúcar, tabaco, té, verduras, trigo y hasta arroz en algunos en América del Norte y del Sur, en diferentes lugares de África, en Madagascar, Filipinas, Indonesia o las Antillas, sin olvidarnos de Azores, Canarias o la comarca de La Garrotxa.
Seis años de erupciones
En 1730, el volcán Timanfaya de Lanzarote entró en erupción y no dejó de expulsar lava durante seis años. Nunca antes se había vivido un episodio como aquel, ni después, que se saldó con la aparición de montañas donde antes no las había, la desaparición de once aldeas y con casi la mitad de la isla afectada por las cenizas. El episodio obligó a emigrar a la mitad de la población. Sin embargo, seis años después la isla vivió un resurgir económico y poblacional gracias a las consecuencias de la erupción. Los suelos afectados por la arena volcánica y las cenizas más finas se volvieron fértiles como nunca antes lo habían sido y aquel suelo semidesértico se convirtió en un pequeño vergel gracias a la capacidad de este material para absorber la humedad durante el día y entregarla en forma de agua durante la noche. De repente, Lanzarote se pudo convertir en un productor agrícola pujante y también en una isla con una viticultura floreciente. La Geria, el espacio físico creado por el hombre para resguardar las viñas y favorecer su crecimiento, es ahora un paisaje cultural protegido y una de las más impactantes interacciones entre el hombre y su entorno.
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Cuando más leo y aprendo de este mundo más me apasiona. Y algo de ello hay en Worldcanic Lanzarote, el primer Encuentro de Cocinas y Ecosistemas Volcánicos, que se celebrará entre los próximos 1 y 3 de diciembre en la isla del Timanfaya, algo así como el foro de los territorios volcánicos en el mundo. Una singular reunión de cocineros, agricultores y vulcanólogos de cuatro continentes para profundizar en las relaciones que existen, por un lado, entre los habitantes de las zonas volcánicas, su agricultura y sus cocinas y, por otro, entre los diferentes lugares en el mundo que comparten esta identidad y que pocas veces se habían visto los unos a los otros como miembros de una comunidad global.
Resiliencia y soberanía
Las vidas de las gentes de los volcanes hablan de resiliencia, de sostenibilidad, de soberanía alimentaria y de productos de altísima calidad que todavía no se valoran como debieran. Son ejemplo del uso eficiente del agua escasa como en ninguna otra parte y de la energía que mana de la tierra, la geotermia. Suena a algo radicalmente moderno y comprometido, ¿verdad? Pues tiene cientos de años. Panes islandeses que se cuecen en ollas al calor del volcán, potajes que se hacen lentamente al contacto con la tierra caliente en Azores y todos esos manjares de allá y acá como los fesols de Santa Pau o los vinos de listán negro que surgen de la Geria lanzaroteña o de territorios más desconocidos para nosotros como Hawai, Portland, Filipinas o Italia.
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Imaginen a los mejores vulcanólogos del mundo interactuando con los agricultores y los cocineros. ¿No les suena apasionante? Todo ello se podrá seguir gratuitamente en directo a través de la web www.worldcanic.com. Son bienvenidos. Nunca volverán a ver igual un suelo negro y volcánico ni a cuestionar el precio de un producto nacido en é
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