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En el fragor informativo de estos días, entre las abrumadoras cifras de víctimas de la pandemia, ha pasado un tanto desapercibida la muerte de Joaquín Fernández. Probablemente ese nombre no les dirá nada. Pero tal vez les suene el nombre de su establecimiento. ... Sobre todo si han pasado por San Sebastián y son amantes del gin-tonic. Joaquín era el propietario del Dickens, la coctelería de referencia en la capital guipuzcoana. Allí, en el Boulevard donostiarra, estuvo el epicentro de la fiebre por ese combinado que se extendió por España de la mano de los cocineros y para el que Fernández, experto y premiado coctelero, creó todo un ritual. Coincidiendo con San Sebastián Gastronomika su bar ha sido, al término de cada jornada, punto obligado de encuentro de los congresistas hasta altas horas de la madrugada. En los últimos años, el Museo del Whisky, en el otro extremo del Boulevard se convirtió en la alternativa, pero el Dickens siempre ha conservado su fama.
La muerte de Joaquín coincide con el declive del gin-tonic. Los excesos de algunos barman han llevado al aburrimiento. De la sencilla mezcla original de ginebra y tónica con una rodaja de limón (o un poco de su corteza para los más sofisticados) se pasó a la incorporación de todo tipo de semillas, especias y hierbas hasta convertir algunos en verdaderas ensaladas en un vaso. Llegaron al mercado decenas de ginebras (en algunos sitios presumían de ofrecer más de dos centenares de marcas) y tónicas de todo tipo y color. Como en todas las modas, apareció el esnobismo: presumir de haber probado una ginebra nueva o jugar a combinarla con la tónica ‘más adecuada’. Y como los excesos no son buenos, muchos de quienes lo pedían como remate de una comida (un error, por cierto, porque el gin-tonic es un aperitivo) han ido volviendo a los destilados clásicos, casi desaparecidos durante algunos años.
Que la moda se diluya no significa que desaparezca. Sigue siendo una combinación agradable, siempre que se ciña a sus orígenes: una buena ginebra, a poder ser de las denominadas London Dry Gin; una tónica sin sabores añadidos; un poco de corteza de lima o limón, y hielo. Los ingleses, que lo inventaron, lo toman a última hora de la tarde, antes de la cena. Dicen que es cuando sienta mejor.
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