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Todavía son pequeñas para ejecutar la receta completa, pero colaboran en una parte muy importante, la masa, y supervisan el resto de la elaboración con ganas de degustar el resultado. Martina y Daniela Ruiz Fernández-Rivera, tienen tan solo 4 y 3 años respectivamente. ... Viven en Burgos, aunque sus raíces maternas se sitúan al norte de la provincia, en Medina de Pomar, ciudad de las manzanas.
Esa fruta de la tierra que, además, está ahora en plena temporada, se convierte en el ingrediente estrella de lo que va a ser la primera incursión de las dos pequeñas en el mundo de la cocina. Ahora, echan en falta sus fines de semana en el Coliseum siguiendo y animando los partidos de baloncesto del San Pablo Burgos, equipo del que toda la familia es aficionada. Hasta que esos tiempos vuelvan, han encontrado en la cocina una buena forma de pasar estos momentos de restricciones sanitarias.
“Las mazanas son Golden, de Quintanilla de Pienza, el pueblo de mi padre. Vamos a aprovechar que tenemos muchas para hacer su primera tarta. Ellas harán la base de la tarta, la decoración con manzana ya es cosa de mayores, porque hay que trocear con cuchillo. Vamos a ir empezando poco a poco con esto de la repostería”, explica Isabel Fernández-Rivera.
En la encimera de la cocina esperan todos los ingredientes. Huevos, harina, mantequilla, leche, levadura, zumo de limón y un kilo de manzanas. De las frutas, una parte se utiliza para la masa y otra para la capa superior. “Hemos echado un poco de azúcar porque las manzanas estaban un poco ácidas, pero eso se deja al gusto del consumidor”, detalla la madre de Martina y Daniela, mientras las niñas se turnan para ir echando los ingredientes subidas en una silla de cocina para poder alcanzar la encimera. Una vez están todos los componentes, en este caso dentro del robot de cocina, aunque también se puede utilizar un bol y la batidora; se mezclan para que quede la masa. “Ya está todo”, grita Daniela, ante la atenta mirada de su hermana mayor.
Ahora toca el turno de los adultos, al trocear en láminas la manzana para ponerla sobre la masa como colofón. A partir de ahí es necesario dar espacio suficiente a la paciencia. Media hora en el horno a 180º. Los minutos van pasando bajo la atenta mirada de Martina, que no deja de observar como va la cocción en el interior del horno. “Chicas, ahora tenemos que meter un palillo y si sale limpio es que la tarta está terminada”, traslada Isa a las pequeñas. “¡Ya está!”, aplauden las niñas con la alegría de saber que el momento de meter la cuchara en el postre está más cerca. Ya solo queda el paso final, digno de los mejores chefs, con la decoración de la tarta con mermelada de albaricoque y el emplatado. Postre listo y una dulce forma de comer las manzanas del abuelo.
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