Dos formas de conservar los alimentos

La cocinera Helena Galiana del restaurante El Prado de las Merinas explica de forma didáctica los procesos de deshidratación y fermentación de los productos

Andrea Díez

Valladolid

Lunes, 16 de noviembre 2020

Evitar el desperdicio de alimentos y alargar la vida de los alimentos. Dos objetivos que se plantean a la hora de hacer la habitual limpieza de armarios y nevera. Para evitar que los productos que se hayan comprado se estropeen antes de ser consumidos se ... pueden emplear varias técnicas. Cada vez son más quienes se animan a comprar envasadores al vacío o a pedir los alimentos de esta forma en el caso, por ejemplo de las carnicerías. Pero la cocinera Helena Galiana, de El Prado de las Merinas, explica otras fórmulas habitualmente utilizadas como la deshidratación y la fermentación.

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En el caso de la deshidratación, este antiguo método de conservación, reduce en un alto porcentaje el agua de los alimentos, «así impedimos el desarrollo de microorganismos que deterioran y pudren los alimentos». Habitualmente, se emplea esta técnica para tratar frutas, hortalizas, hongos y setas e hierbas aromáticas, aunque también se puede utilizar en carnes y pescados. Para llevar a cabo esta técnica se pueden utilizar deshidratadores eléctricos y hornos de convección, «siempre que se pueda utilizar temperaturas bajas, es decir entre 35 y 70 grados y manteniendo la puerta ligeramente entreabierta para permitir la salida de la humedad».

Otro de los métodos es a través del secado directamente con los rayos solares, «es el método de deshidratación más simple, artesanal y antiguo», apunta. Entre los beneficios de deshidratar los alimentos están la ausencia del uso de conservantes, se mantiene el valor nutritivo, la concentración de azúcares dota de un sabor intenso a estos alimentos, son fáciles de envasar y almacenar, y, son ideales para consumir en excursiones o actividades al aire libre.

En cuanto a la fermentación, se trata de un proceso bioquímico por el que unas sustancias se convierten en otras más simples a través de la acción de los microorganismos que se encuentran en los alimentos. En este sentido Helena explica «los más conocidos son la leche que se transforma en queso y yogurt, la uva en vino, la cebada en cerveza o el trigo en pan». Pero también se aplica la fermentación a otros productos como las verduras, hortalizas y legumbres, « con la col se hace chou-crout, con la soja el miso y con garbanzos el tempeh», apunta.

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Los beneficios de los alimentos fermentados son innumerables, pero tal vez el más importante es que favorece el desarrollo de nuestra flora intestinal, y «como dice la gran fermentista Katya Williamson, 'no somos lo que comemos, somos lo que digerimos», cita la cocinera.

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