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Caretl de madera que indica el inicio de la villa abandonada de Primout sobre el río del mismo nombre. Juan J. López
El paraíso abandonado

El paraíso abandonado

Perdido entre las montañas, la berciana Primout, trata de recuperar la vida después de quedarse vacía, repoblada por los hippies en los noventa y con el oso como vecino habitual

Juan J. López

Valladolid

Viernes, 17 de enero 2020

Primout, perdido y despoblado entre las montañas del Alto Sil, este pueblo berciano se ha convertido en lugar de peregrinaje para senderistas y turistas que siguen los versos y abedules del poeta Ángel González. González, de origen asturiano e inspirado por Neruda entre otros, recitó a este pueblo «donde cuenta la leyenda que nunca entrou el sol, y una vez que entrou a todos pasmou». Razón no le faltaba al escritor ovetense porque esta villa cobijada por las montañas de la sierra de Gistredo, brilla con la luz propia de esos rayos tan puros que inundan el valle.

De 'ciudad dormitorio' de la minería, cual zona residencial, a la despoblación más absoluta, fruto de la caída de esta y de la propias condiciones orográficas, que propician que solo se pueda acceder con vehículo por una abrupta pista forestal.

En la actualidad, esta pedanía de Páramo del Sil lucha por recobrar la vida, después de su abandono completo en 1978 y tras la ocupación ilegal que vivió a principios de los noventa. Los osos, a los que no costaba ver bebiendo en el río que da nombre a la villa, huyeron con la llegada de una colonia hippie, un movimiento que se produjo en otros pueblos de la comarca, pero que no fue bien acogida por los propietarios de las viviendas o sus familias, quienes se movilizaron para recuperar sus casas.

Esta situación provocó que muchos de los descendientes del municipio decidiesen recuperar muchas de las casas, incluso rehabilitar la iglesia, que data del siglo XIX, símbolo de la villa, así como el río, que divide la localidad en dos y que dota de un halo místico a toda la zona. Agua cristalina, que contrasta con la piedra –intacta o derruida– y la pizarra de los tejados, a veces en orden y, otras, amontonada tras la caída por la falta del cuidado y el paso del tiempo.

¡Ay el tiempo! En este valle angosto no existe el reloj. El momento es el actual. Del mañana no se habla cuando se camina entre las hileras de piedras apiladas que dan lugar a callejuelas tan estrechas que amenazan con engullir al sobrecogido visitante, que no puede evitar cómo sería la vida en un pueblo en el que los vecinos recorrían los casi tres kilómetros de senda para llegar a trabajar a la minas cercanas a Páramo. Lo hacían con el sol, pero también con la lluvia, incluso con la nieve que en la actualidad pobla las cumbres de la sierra de Gistredo.

Primout. Juan J. López
Imagen principal - Primout.
Imagen secundaria 1 - Primout.
Imagen secundaria 2 - Primout.

Senderismo y castañas

En cualquiera de las verdes orillas, y solo con el sonido de un caudaloso Primout que recorrerá el Bierzo casi de este a oeste, es habitual ver –sobre todo en verano– a familias de vacaciones disfrutando de una comida en la naturaleza, incluso a grupos de senderistas que han logrado alcanzar el objetivo de una ruta que comenzó en Santa Cruz del Sil o quizá en Pardamaza.

Desde ambas localidades la senda es de aproximadamente diez kilómetros. Ambas siguen el cauce del río hacia arriba, incluso se podría seguir desde la propia Toreno. Desde ellas, y a mitad de camino, la braña de Santa Cruz es un lugar idílico para recobrar el aliento y recuperar fuerzas, rodeados de castaños centenarios. Incluso en los albores del otoño o ya con la caída de la hoja, el camino se puede endulzar con uno de los productos más típicos de la zona y llenar los bolsillos por si el hambre aprieta con el paso de los kilómetros.

Existen dos fechas en las que Primout aumenta de forma considerable sus visitantes: una, es el último domingo del invierno, momento en el que el pueblo acoge la carrera por montaña Alto Sil, de prestigio internacional; y, otra, en la fiesta de San Miguel, reubicada a la época estival, cuando las propias familias del pueblo, así como las de otros de la comarca, se acercan a orillas del río para comer y disfrutar con la música de este paraíso perdido.

Una de las calles de Primout. Juan J. López

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