Ruinas de la ermita de San Isidro, en el yacimiento de petroglifos. Javier Prieto

De Indiana Jones por Segovia

Tres enclaves arqueológicos para visitar y disfrutar en familia

Javier prieto

Segovia

Jueves, 24 de enero 2019, 20:41

La verdad es que no hace falta ser un explorador aguerrido ni tirar de látigo para pasar un rato bien entretenido merodeando por alguno de los abundantes restos del pasado que podemos encontrar a lo largo y ancho de la provincia de Segovia. En cuanto ... a vestigios arqueológicos, están localizados más de 2.000, por ahora. Un amplio registro que, además de abarcar la práctica totalidad de las etapas culturales del desarrollo humano en la provincia, viene también a recordarnos que, así como no somos, ni de lejos, los primeros en andar por aquí, tampoco dando tumbos seremos los últimos. Como es fácil de comprender, la mayor parte de ese registro arqueológico es solo accesible para los estudiosos, capaces, por otra parte, de poner en contexto restos a veces mínimos pero siempre valiosos para interpretar por qué somos como somos o cómo hemos llegado hasta aquí. Pero hay otros enclaves que por su volumen o facilidad de acceso permiten la realización de visitas siempre gratificantes y, sobre todo, didácticas. Aquí se sugieren tres de ellos.

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1 DOMINGO GARCÍA.

En un alto sobre un cerro, a 964 metros de altitud, con magníficas vistas tanto de la sierra segoviana como de su campiña, se localiza uno de los tres yacimientos arqueológicos más importantes de la Península en su género. Los otros dos son los de Foz de Côa, en Portugal, y Siega Verde, en Salamanca. Ambos incluidos en la lista de Bienes Patrimonio de la Humanidad. Este lo está en la de los preferidos por los vándalos para el saqueo.

La estación de arte rupestre del cerro de Domingo García, en las proximidades de esta localidad segoviana, destaca por la relevancia de su conjunto de grabados sobre roca de distintas épocas, la mayoría procedentes del paleolítico. Es decir, entre el 16.000 y el 13.000 a. C., los habitantes de esta zona de la provincia consideraron que los numerosos afloramientos pizarrosos de este cerro podían constituir el soporte ideal para reflejar sobre él el mundo que tenían alrededor. Y no se equivocaron mucho: 18.000 años después, y a pesar de los estragos que causa el vandalismo cada poco, ahí están sus dibujos para quien quiera verlos. La mayoría, representaciones animales de estilo naturalista en las que aparecen cápridos, caballos, cérvidos y bóvidos. Muchos de ellos de pequeño tamaño y realizados con ligeras incisiones en la roca, apenas son perceptibles a simple vista, a excepción del caballo de gran tamaño realizado mediante piqueteado, que se localiza en el panel uno. Mucho más abundantes y fáciles de ver son, precisamente, los grabados realizados mediante piqueteado. En ellos toma más protagonismo la figura humana, que aparece aislada o formando grupos que realizan acciones de caza o lucha. El gran enigma que planea sobre estos últimos es el momento de su realización, que varía, según los investigadores, entre la Edad de Bronce, la Edad Media o, incluso, la Edad Moderna.

La entrada al yacimiento, que se visita por libre, está señalizada muy cerca del enlace con la carretera que une Santa María de Nieva y Bernardos. Recorrer los distintos afloramientos rocosos en los que se descubren inscripciones prehistóricas y medievales da para uno paseo de algo más de un kilómetro. El grueso de estas se localizan en la zona suroriental del cerro. En la localidad de Domingo Garcia hay un pequeño centro de interpretación sujeto a horario (Teléfono del Ayuntamieto: 921 12 20 49).

2 Cerro del Castillo (Bernardos).

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Acercarse andando de Bernardos hasta el Cerro del Castillo, tres kilómetros por pistas agrícolas que pueden hacerse en media hora como mucho, es la mejor forma de apreciar cómo una discreta elevación por un lado –la que da al pueblo– se convierte en un balcón de indudable valor estratégico por el otro, la que da al valle del Eresma. Esa es la condición, precisamente, por la que este saliente fue escogido, en época tardorromana, como el mejor sitio en el que atrincherarse, por si las moscas.

Aquellos tiempos, los de un convulso final de la ocupación romana lleno de inseguridad y peleas, obligaron a los habitantes del valle a buscarse, en torno al siglo V d. C., un lugar más fácil de defender. Y lo encontraron aquí, en alto sobre la llanada y con materiales a mano para reforzar las defensas naturales mediante la construcción de una poderosa muralla de mampuestos que presenta, en muchas zonas, más de tres metros de espesor y torres semicirculares en todo su perímetro.

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A la vista está, en la parte que ha ido saliendo a la luz tras sucesivas excavaciones, que la amenaza de ser atacados no debía de ser una pura conjetura. El tramo de lienzo desenterrado es el que circula por el costado septentrional del cerro y su mitad aparece abierta para dejar paso a una de las puertas de acceso al recinto habitado, bien guardada por dos potentes torres.

Por si no fuera bastante, esta muralla principal contaba, hacia el interior del recinto, con otra barrera defensiva construida con posterioridad para reforzar la seguridad de la acrópolis.

Al final, no debió de ser un mal sitio para quedarse a vivir. Pasados aquellos tiempos convulsos, el enclave se convirtió en una población visigoda de la que se han localizado restos de viviendas adosadas al mismo muro de la muralla. Más tarde quedó establecido como un enclave musulmán que acometió importantes medidas en el sistema defensivo para tratar de impedir el avance de la reconquista cristiana que llegaba desde el norte. A ese momento pertenecen los restos del alcázar en el lugar que ocupa hoy la ermita, que quedó convertido en el corazón blindado del cerro. Se visita por libre.

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3 Cueva de los Enebralejos (Prádena).

Junto a la localidad segoviana de Prádena se abre una de las cavidades más espectaculares e interesantes de Castilla y León. Aunque seguramente los hombres que la utilizaron como refugio y cementerio hace unos 4.000 años no la veía con los mismos ojos que nosotros, la verdad es que tampoco extrañaría mucho imaginar que debieron quedar extasiados ante el prodigio de colores y formas que el agua y el aire han ido tejiendo, en secreto y sin prisas, bajo el suelo de la sierra de Guadarrama.

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Esta cavidad natural formó parte de un asentamiento de los primeros momentos de la Edad del Bronce que estuvo situado en el entorno inmediato a la boca de la misma, y aunque apenas quedan restos materiales, se sabe que lo habitó un grupo humano cuya dedicación principal era la agricultura y la ganadería.

Los enterramientos de aquel poblado se realizaban en la suelo de la cueva, acompañando los cadáveres con ajuares de vasijas de cerámica, objetos de hueso y ofrendas de alimentos. No menos importante es la abundancia de paneles en los que se han localizado grabados y pinturas rupestres, especialmente en los entornos cercanos a los lugares con enterramientos: rejas, parrillas, semicírculos, zigzags o rayas, arte o mera representación esquemática que se supone estrechamente vinculada con las prácticas funerarias llevadas a cabo en la cueva. (Web: cuevadelosenebralejos.es).

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