javier prieto
Palencia
Miércoles, 17 de abril 2019, 21:35
Ese pedestre juego de la oca que es el Camino de Santiago hace un perfecto «de puente a puente» a su paso por la provincia de Palencia. O casi, ya que entra saltando literalmente la raya que separa las provincias de Burgos y Palencia en ... Puente Fitero, sobre las aguas del Pisuerga, atraviesa la provincia de lado a lado y alcanza las del río Carrión en Carrión de los Condes, pero aún le restarían unos 30 kilómetros más hacia poniente para tocar el suelo de la provincia de León. Sea como fuere, el caso es que el Camino de Santiago a su paso por Palencia tiene entre esos dos puentes, el del Pisuerga y el del Carrión, uno de sus tramos más prodigiosos, repleto de obras de arte, templos monumentales, leyendas y un paisaje que queda grabado a fuego en la retina de quien lo ve por primera vez. Para algunos, superar estas llanuras rectilíneas de Tierra de Campos será uno de los principales logros de la aventura jacobea.
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Entra este Camino de Caminos en la provincia de Palencia a lomos del Pons Fitere supra Pisorga Flumen, como reza el 'Codex Calixtino', la guía que ilustraba a los peregrinos medievales. De Puente Fitero, y de la población con el mismo nombre que hubo junto a él, en su orilla izquierda, se tienen noticias al menos desde el siglo XII. Hoy, de aquella población no queda nada salvo la ermita de San Nicolás, que ejerce de albergue de peregrinos unos metros antes de cruzar el puente. En el entorno del puente, uno de los más largos y monumentales del Camino, existieron diversas construcciones, como un molino bajo sus arcos, aceñas o presas de retención. Otra ermita, la de la Piedad, recibe a los peregrinos en Itero de la Vega, donde les aguarda un rollo jurisdiccional de categoría y el notable templo parroquial de San Pedro.
El siguiente alto lo hacen los peregrinos en Boadilla del Camino, a donde entran tras unos kilómetros rectilíneos, de llanuras cerealistas y palomares arrumbados, con el asombro de descubrir en medio de la plaza la joya de un rollo jurisdiccional gótico entre cuyas filigranas se descubre la presencia de vieiras, compañeras constantes del peregrino en el Camino. Junto a él se levanta el templo de la Asunción, del siglo XVI, con un interesante retablo renacentista y una pila bautismal románica.
Pero tan monumental como el templo y el rollo de Boadilla es la sorpresa que se lleva el no avisado al descubrir que en esta localidad tiene la oportunidad de realizar unos kilómetros de su peregrinaje sentado y navegando entre trigales. A años luz de la costa más cercana, podría parecer uno de esos milagros que tanto abundan en el Camino de las Estrellas. O la ensoñación de un peregrino harto a estas alturas del polvo de los caminos, las ampollas o las rozaduras en el hombro. Pero en realidad, el verdadero milagro es que esa obra de titanes que fue el Canal de Castilla acabase, tras mil y una vicisitudes y a lo largo de casi un siglo, convirtiéndose en realidad. Gracias a eso, poder hacer sentado, mirando por la ventanilla y navegando entre chopos, unos pocos kilómetros del duro viaje hacia Compostela es tan sencillo como presentarse puntualmente en el embarcadero de Boadilla del Camino y abonar el billete. Ahí da comienzo el recorrido que el barco Juan de Homar (tel. 673 368 486) realiza entre esta localidad y Frómista en diferentes modalidades. Si no eres peregrino pero te apetece disfrutar de una hora de navegación por las aguas mansísimas del Canal de Castilla, lo normal es embarcar en Frómista y realizar el trayecto de ida y vuelta.
Precisamente en Frómista (fromista.com) es donde el Canal se luce con uno de sus conjuntos de esclusas más bellos. También con uno de los monumentos románicos más emblemáticos de todo el Camino, la iglesia de San Martín. El templo suele ser lo último en sucumbir de los monasterios y así es en este caso, dado que en realidad formaba parte de un cenobio mandado construir por doña Mayor de Castilla en el siglo XI. A la vista del estado en el que se encontraba a finales del siglo XIX, antes de su polémica restauración y tal como puede verse en una maqueta que se exhibe en el interior, en este caso, el milagro es que no acabara desapareciendo. La desnudez que luce el templo, sin adornos ni retablos, hace que cobre una enorme fuerza su impresionante colección de capiteles y canecillos.
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Otro lugar hasta el que hay que acercarse en Frómista es la iglesia de San Pedro. En su museo se exhiben las bellísimas 29 tablas hispano-flamencas que pertenecieron a la iglesia de Santa María del Castillo. Entre ellas, figuran las 12 que una noche de 1982 el famoso expoliador Erik 'El Belga' robó de allí y se llevó en un camión y que, por suerte, se recuperaron años después. Junto a la iglesia encontramos un museo etnográfico –colección y recreación de un mundo rural que ya ha dejado de existir–, y en el interior de la de San Pedro podemos asistir a la proyección multimedia denominada 'Vestigia', sobre el Camino de Santiago.
Camino y carretera adelante despunta entre las lomas la enormidad del templo de Santa María la Blanca, en Villalcázar de Sirga, otra de esas 'catedrales' palentinas que tanto abundan entre los horizontes de Tierra de Campos. Esta, en concreto, antes que iglesia fue también castillo –alcázar– de una bailía templaria. En su interior alberga la talla de la Virgen Blanca que dejara prendado a Alfonso X El Sabio, tal como luego puso por escrito en sus Cantigas. Su poder de atracción consiguió modificar el trazado del Camino, que no pasó por aquí hasta que la riada de peregrinos se hizo imparable.
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En este viaje hacia poniente por la provincia de Palencia, Carrión de los Condes (carriondeloscondes.org) es la siguiente parada. Entre sus rincones a curiosear deben figurar el monasterio de Santa Clara, uno de los más antiguos de clarisas en España. Camino adelante quedan la iglesia de Santa María –románica de finales del siglo XI, con un friso de la adoración de los Reyes Magos y capiteles de enorme belleza– y, sobre todo, la de Santiago, con una de las fachadas más famosas del Camino gracias a un impresionante friso presidido por un Cristo de Majestad bellamente tallado. Su interior está acondicionado como museo de arte sacro. El callejón contiguo conduce hasta la Oficina de Turismo y el Museo de Arte Contemporáneo.
Este juego de la oca finaliza en otro rincón emblemático de Carrión, el Puente Mayor, del siglo XVI, y el soto junto al río en el que se alza el monasterio de San Zoilo. Cuando la Corte de Castilla residía en Carrión este monasterio de benedictinos, posteriormente de cluniacenses y finalmente de jesuitas, fue aposento de reyes y refugio y hospital de peregrinos. Tras muchas vicisitudes, hoy continúa siendo uno de esos alojamientos exquisitos del Camino en el que los peregrinos, si quieren, acaban sintiéndose –y durmiendo– como reyes. Merece mucho la pena asomarse al claustro, uno de los más valiosos del Renacimiento español.
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