Es uno de los postres más típicos de Cantabria, nacido en los Valles Pasiegos, aunque su elaboración se ha generalizado por todo el territorio. La quesada es un dulce simple y sencillo, ideal para que los más pequeños se introduzcan en el mundo de la repostería y muy preciado por los paladares. En sus primeros tiempos, se llamaba queso asadero y ya su existencia se recogía en el Libro del Buen Amor, de Arcipreste de Hita, allá por el siglo XIV.
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Cientos de años después, muchos hogares siguen repitiendo esa receta, buscando siempre el resultado más apetecible, en una sana competición para encontrar la mejor tarta cántabra. Por un lado están Jimena, Ismael, Pablo y Diego, cuatro primos de entre 4 y 9 años de Aranda de Duero, que aprovechan una tarde libre del fin de semana para ponerse manos a la obra con la quesada. Casi al mismo tiempo, Elena Carrera Muguruza, una pequeña de seis años de Medina de Pomar, reúne los ingredientes, que conoce ya de memoria, para comenzar la elaboración de su quesada.
«Es una receta de Espinosa de los Monteros, la hace toda mi familia desde hace muchos años y yo la aprendí en el confinamiento», detalla la pequeña Elena, quien presume de que «lo puedo hacer yo sola, solo necesito ayuda para meterlo en el horno». Sobre la encimera ya ha colocado los ingredientes: nata, yogur natural, azúcar, harina, leche, cuatro huevos, una cuchara de margarina líquida, cuatro quesitos y una pizca de canela.
Esos mismo ingredientes también están sobre la mesa de la cocina de los cuatro primos arandinos para dar el pistoletazo de salida al trabajo y liderados por Jimena, la mayor del grupo. «Es importante, una vez que echamos el yogur en el bol, guardar el recipiente que va a servir como medida del resto. Uno de azúcar, dos de harina y dos de leche», detalla la niña.
De esta manera, introducen todos los ingredientes en un bol, aplastando antes los quesitos en la nata. A partir de ahí llega la hora de mezclar. Batidora en mano la pequeña Elena domina la técnica, al igual que Jimena, Ismael, Pablo y Diego que se turnan para dejar la masa perfecta. Para terminar, hay que untar mantequilla en el molde del horno, se deposita encima la masa y se hornea al máximo durante unos 20 minutos.
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Suena el pitido del horno que marca el final del tiempo de cocción y las quesadas están listas. Increíble el resultado de ambas propuestas y finalmente la competición queda en tablas. La mejor prueba de ello es que, poco tiempo después de enfriarse, no quedan ni las migas.
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