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Bombero de profesión, gastrónomo por vocación y disfrute, David Villorejo pone toda la pasión cuando habla de comida y vino. Este tudelano del Duero lleva, a través de la iniciativa 'En un Lugar de la Panza', tres concursos literarios con la gastronomía y el vino ... como hilos conductores. Miembro de la Academia de Gastronomía de Castilla y León, posee dos 'food trucks' que alquila para diferentes eventos y ahora se lanza a la aventura radiofónica con la comida como elemento primordial. Un todoterreno.
–Explique qué es 'En un Lugar de la Panza'.
–Es un proyecto que pretende vincular literatura con gastronomía y vino a través de un concurso de relatos organizado a nivel nacional y este año, por primera vez, internacional al incorporar a Portugal. Está apadrinado por bodegas y restaurantes de los dos países.
–Están ya en la tercera edición.
–La acabamos de convocar hace diez días y ya hemos recibido bastantes relatos.
–Creo que tiene hasta un 'food truck' que alquila para eventos.
–Dos 'food trucks'. Son dos coches históricos franceses, un Citroën HY y un Peugeot 203. Este último es único en el mundo. Hacemos con ellos eventos, principalmente en bodegas.
–¿Qué es para usted la gastronomía?
–Comenzó como un disfrute. Llegas a una cierta edad en la que cambias ciertas prioridades en cuanto al ocio por la gastronomía. Ahí empezó todo. Es disfrutar de uno de los placeres más importantes que hay en el tiempo de ocio. No concibo un viaje sin ir a comer o visitar una bodega.
–¿Cómo ve el nivel en general de la gastronomía en esta comunidad autónoma?
–Existe un gran nivel. Veo un excelente nivel en cuanto a restaurantes y muy alto en Valladolid en cuanto a pinchos. Por lo que respecta a los restaurantes, el nivel es alto en toda la comunidad.
–Mójese, ¿a qué restaurante me llevaría a comer?
–Hay muchos. Por ejemplo, a comer unos pinchos de lechazo a Traspinedo al Mesón Asador Carlos. Para mí, Traspinedo, desde el punto de vista sentimental, es importante y no conozco a nadie que haya ido a comer un pincho de lechazo y no le haya gustado.
–¿Y a cenar?
–Si es en Zamora, a El Ermitaño (Benavente). Si hablamos de Salamanca, el Mesón de Gonzalo. En Valladolid, Trigo o Dámaso.
–¿Es muy purista en la mesa? ¿Le gusta que se cumplan todas las liturgias?
–No me gusta que me sirvan el vino, pero sí que me pongan una buena copa aunque pida un clarete de Cigales de cuatro euros la botella. Paso de la liturgias. Prefiero servirme yo el vino.
–¿Qué plato ha quedado para siempre en sus papilas gustativas?
–Son tantos, que me cuesta. Me viene a la memoria una lengua que me pusieron en El Ermitaño, que estaba ahumada, cocida en un caldo de verduras y le habían dado un golpe de plancha. O un arroz con berberechos que tomé en Dámaso.
–¿Cuál es su aperitivo favorito?
–Me encanta el crujiente de manitas de La Garrocha acompañado de un buen vino de la tierra, un tinto de Ribera o un clarete de Cigales.
–¿Qué tipo de vino le gusta?
–Igual me matan los de la zona, pero últimamente soy un incondicional de los vinos de Jerez. Me gusta todo tipo de vino, pero de dos años para acá Jerez me flipa. Me parece un mundo aparte. Para mí están los vinos y luego se encuentra Jerez.
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