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Junto a las codornices, dentro de la caza menor, la carne de perdiz es el tipo de carne que más se consume. Cuando tienen menos de un año se les llaman «perdigones» y se diferencian de la perdiz adulta por su carne, que es ... mucho más tierna. Esta ave, al ser carne de caza, tiene unas características organolépticas especiales que la diferencian de la carne de otras aves comerciales (pollo y pavo), como es un color rojo más oscuro y un olor y sabor más intensos.
Esta carne presenta un elevado contenido en agua, alrededor del 75%, siendo el macronutriente más importante las proteínas, con 23 gramos, sobrepasando a muchos otros tipos de carne de mamíferos. El aporte de grasas es bajo, menos de 2 gramos, así como el de colesterol. Siendo muy inferior al aporte de grasa y colesterol de la carne de pollo. El cantidad energética es interesante, sobrepasando las 400 calorías por 100 gramos. Aunque si las consumimos en escabeche, plato típico, su aporte calórico será todavía superior.
La contribución de minerales es importante en hierro, selenio, potasio, fosforo y magnesio, y en menor medida en calcio y sodio. La perdiz es fuente de vitaminas hidrosolubles como niacina y vitamina B6, las cuales contribuyen al metabolismo energético normal.
La perdiz, al igual que las otras carnes de caza, tiene grandes cantidades de purinas que se trasforman en acido úrico por lo que su consumo debe limitarse en personas que padezcan hiperuricemia y gota. En resumen, la perdiz aporta proteínas de alto valor biológico, hierro y selenio.
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