La cebolla, Allium cepa, es una hortaliza bulbosa con unas propiedades y beneficios para la salud que nos han acompañado a lo largo de la historia, siendo conocidos desde tiempos inmemoriales sus propiedades antiinflamatorias, y por sus efectos sobre los problemas respiratorias (como catarros y ... resfriados).

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Desde el punto de vista nutricional, alrededor de un 95% de su composición es agua, de ahí que sea un alimento ideal para las ensaladas (aporta menos de 90 calorías por 100 gramos), pero a la vez es saciante por su elevado contenido en fibra (2 gramos por 100). Con respecto a los macronutrientes su aporte es bajo, alrededor de 6 gramos de hidratos de carbono, 1,3 gramos de proteínas y 0,2 gramos de grasas por cada 100 gramos de producto, con un aporte nulo de colesterol.

Merece especial atención el tipo de fibra que aporta la cebolla, se denomina fructo-oligosacaridos (FOS) y su importancia se debe a que este tipo de fibra es el alimento ideal para las bacterias “buenas” saprofitas de nuestro intestino, denominándose a este tipo de fibra de manera genérica “prebióticos”.

Por otra parte, también es especialmente rica en diferentes vitaminas y minerales. Entre los minerales más interesantes podemos destacar calcio, fósforo, potasio y sodio. Y entre las vitaminas destacamos vitamina A, C y vitaminas del grupo B (como la vitamina B1 y B2, riboflavina, tianina y niacina). Otras vitaminas que aportan son el ácido ascórbico, betacarotenos, y folatos.

La cebolla contiene también sustancias azufradas como la alicina, fitoesteroles y flavonoides como la quercitina, que le confieren importantes beneficios y propiedades antinflamatorias. En resumen, estamos ante un alimento saludable, para dietas en pacientes con obesidad o con procesos inflamatorios.

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