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Dedicado a la formación y la consultoría internacional, afirma que el vino es su pasión heredada de la tradición familiar. El apego a su tierra le hizo apostar en los años 90 por instalar su proyecto en Arlanza y no en Ribera del Duero. Ramiro ... García afronta ahora una nueva aventura al frente del Consejo Regulador con el reto de que sea un revulsivo que modernice e impulse a la marca en un momento que califica como clave para las pequeñas denominaciones de origen.
–Vinculado al mundo de la formación y la consultoría. ¿De dónde viene esa apuesta por el mundo del vino?
–El vino ha sido una afición y una pasión que me viene de familia, mi abuelo era un injertador famoso en la zona. En un momento dado, realizando unas labores de formación en Ribera del Duero, cuando la zona empezaba allá por el año 94, visitando bodegas, me di cuenta del boom que estaba teniendo el vino. Ahí decidí meterme en este mundo, al ser de Lerma montamos el proyecto en Arlanza, en lugar de en Ribera. Pasado el tiempo, en el ámbito empresarial, se ha demostrado que hubiéramos triunfado más en Ribera, pero la tierra nos pudo.
–¿Qué le hizo dar el paso de querer ponerse al frente del Consejo Regulador?
–He de decir que el tema del asociacionismo es otra de mis pasiones. He sido presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Burgos, y he formado parte de otros colectivos y organismos intermedios. Siempre he creído en esto, en fusionar las ideas para desarrollar proyectos conjuntos. Veíamos que hacía falta un cambio, que era necesario modernizar la gestión. Al conocer que iba a haber elecciones, coincidiendo con un bueno momento para las pequeñas denominaciones de origen, no pude dejar pasar este tren y di un paso adelante.
–¿Qué cree que le falta a Arlanza para tener ese protagonismo que anhela?
–No es que le falte nada, tiene todo. Son momentos históricos, no siempre los mejores están delante. La clave es acertar con el momento y el sitio adecuado. A nosotros nos dieron la Denominación de Origen 25 años más tarde que a Ribera. Entonces, políticamente, no interesó tener muchas DOs en Castilla y León. Fue un error y algo que ha supuesto un retraso importante en muchas cosas. La principal es que, en estos momentos, no hay derechos de viñedo. En nuestra zona se han comprado muchos que se han ido a otros sitios. Se nota nada más entrar, no ves viñedos nuevos a ningún lado de la carretera, las viñas están en el monte, escondidas, son viñas heredadas de abuelos a nietos.
–¿En qué punto está el relevo generacional? ¿Es difícil vivir en Arlanza de la viña y el vino?
–Ahora mismo hay muy poco relevo generacional. Esto es la España vaciada profunda, no hay gente joven y los pocos que hay suelen elegir el cereal. La realidad es que aquí es muy complicado vivir de la viña y el vino. De hecho, prácticamente nadie vive exclusivamente de ello.
–¿Qué retos se plantea como presidente, en qué lugar quiere colocar a Arlanza?
–El momento es importante. Frente a dos décadas de primacía de las grandes DOs, ahora estamos en un punto donde hay un público dispuesto a probar cosas nuevas, vinos alternativos. Consumidores que se han dado cuenta de que la España de los vinos es algo más que las zonas punteras y que hay otras marcas pequeñas, emergentes, que hacen cosas interesantes. Con ese movimiento y gracias a otros factores que están confluyendo como el cambio climático, con el que se buscan zonas altas y más frescas, es un gran momento para poner en valor los vinos que han estado en segundo plano. El reto es que elaboremos bien y diferente, que nuestros vinos tengan esa tipicidad que responda a lo que el terreno es capaz de producir aquí. A partir de ahí, tenemos que llegar a ese público exigente que busca calidad, cosas originales, vinos diferentes y alternativos y, además, está dispuesto a pagar un plus por ese viñedo ecológico, por ese vino sostenible, por esas bodegas artesanales.
–¿En qué punto está ahora mismo Arlanza?
–Estamos cogiendo una media de un millón de kilos por campaña, frente a los 110 que recolecta Ribera del Duero. Somos 110 veces más pequeños. De este millón de kilos, casi la mitad se están yendo todavía a graneles para otras zonas que lo venden bien de precio. Nuestro objetivo es crecer en el máximo número de kilos embotellados, en entrega de contraetiquetas, e intentar llegar a los mercados que valoren nuestros vinos. Y eso tiene que partir porque nos valoren en kilómetro cero, en nuestra propia zona.
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