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Sábado, 14 de noviembre 2020, 09:00
Corría el año 1920 cuando Frutos, nombre de pila, y de apellido Villar, fundaba una bodega en un pequeño pueblo zamorano llamado Villavendimio. Han pasado muchas vendimias desde entonces aunque el espíritu y la filosofía de Bodegas Frutos Villar sigue viva en su cuarta generación y celebran este año un centenario que avala el éxito profesional y también familiar de una de las bodegas más prestigiosas de Castilla y León.
En la actualidad esta bodega, que nació siendo modesta, se ha convertido en una de las más representativas del mapa vinícola de la Comunidad. Está presente en cuatro de sus denominaciones de origen: Toro, Cigales, Ribera del Duero y Rueda, y en la IGP Vino de la Tierra de Castilla y León. La celebración del centenario supone para esta familia orgullo y reconocimiento a todos los años de trabajo, esfuerzo, ilusión y obstáculos que ha vivido el linaje familiar durante estos cien años. Para conmemorarlo, esta compañía lanza Muruve Gran Reserva 2014 Centenario, un vino muy exclusivo que cuenta con la distribución de tan sólo 5.000 botellas –en formato de estuche individual y de 3 botellas– que se puede adquirir a través del teléfono 983 586 868 y en su web www.bodegasfrutosvillar.com.
Para llegar a elaborar este vino es importante hacer una retrospectiva de todo lo vivido a lo largo de este siglo.
Cuando Don Frutos decidió arrancar con el proyecto, no era un periodo en la historia fácil para un empresario, nacía el primer Ministerio de Trabajo en España y patronos y trabajadores establecían la jornada laboral en ocho horas. Don Frutos arranca su andadura profesional dentro del mercado regional vinícola en la provincia de Zamora, contratando y vendiendo, a nivel local, vinos de la Comarca de Toro (germen de la futura DO). Allí, en una de las zonas vinícolas más antiguas de España caracterizada por la calidad y originalidad de sus tintos, establece una bodega en la calle San Lorenzo. «Era una casa particular. Cuentan los que lo vivieron que cada vendimia tenían que cortar la calle para que pudieran pasar con las mulas, remolques y cesteros. Por este motivo, trasladamos la bodega a las afueras de Toro, donde encontramos la que está en la actualidad», explica Jesús Jañez Villar, miembro de la familia.
Tal fue la expansión de esta incipiente empresa familiar, caracterizada por buscar la calidad entre los pequeños bodegueros que no podían satisfacer la demanda del mercado existente, que a principios de los años sesenta, la trayectoria de Bodegas Frutos Villar continúa en su afán renovador y progresista constituyendo su segunda bodega en tierras de Cigales, zona vinícola también hoy Denominación de Origen. Así nacieron Viña Calderona y Viña Cansina, nombres enraizados a la toponimia del entorno que define a vinos frescos y aromáticos. «La bodega despegó en Valladolid que era donde el mercado estaba en auge. Empezamos vendiendo lo que se llamaba Seis Estrellas, que eran botellas de litro retornables con vinos corrientes tintos, rosados y blancos», recuerda José Miguel Villar Crespo, miembro de la familia.
Bodegas Frutos Villar no se detiene ante el auge de los vinos del Duero. Cinco años después de aprobarse la DO Ribera del Duero, los descendientes de Don Frutos aterrizan en el corazón de la Ribera burgalesa, en la localidad de La Horra. En 1988 el grupo adquiere la que fue la bodega cooperativa pionera en el desarrollo de la viticultura que se convierte en Bodegas Santa Eulalia. Su vocación de criadores les lleva, en los años setenta, a embotellar el primer crianza de la Ribera del Duero burgalesa, Conde de Siruela, vino que se consigue, ya entonces, con gran carácter y que hoy sigue siendo el buque insignia de la bodega.
En su incesante carrera por posicionarse en el nuevo mercado del vino no abandona la parcela de los blancos y comercializa vinos con DO Rueda desde hace más de 25 años.
Bodegas Frutos Villar en su constante preocupación por la calidad de sus productos comienza con un control exhaustivo de la vid orientando sus inversiones tanto a la compra de viñedos propios como a la adopción de la más moderna y avanzada tecnología. Por todo ello, la tradición y la tecnología son dos conceptos que definen el buen hacer de la bodega que, con una experiencia centenaria, presenta hoy sus mejores vinos fruto del cuidado de manos expertas y del saber de muchos años.
Anécdotas e historias a lo largo de estos cien años son innumerables, unas vividas sobre tierra y otras subterráneas. En ellas encontramos a americanos que se empoderan y beben en vez de catar un chato de cada uno de los casi cuarenta depósitos de las antiguas bodegas, valientes que se atreven a estar cinco minutos ingiriendo todo el vino que pueden subidos a una escalera que les da acceso directo a un depósito o eslóganes de los años setenta que pasaron a la historia del marketing publicitario de la historia de la radio: «Si no es Frutos Villar, prefiero esperar».
Esta vocación y el vino que corre por las venas de la familia Frutos Villar ha hecho que sus vinos tengan nombre propio y formen parte entre las preferencias de los amantes del buen vino. La dedicación y el esfuerzo constante realizado durante todos estos años se ha visto recompensada con la fidelidad de unos clientes que han hecho posible que Bodegas Frutos Villar se sitúe dentro de las principales empresas de Castilla y León.
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