La milla de las mil y una posibilidades

Agapito Ojosnegros. Como cantaría Joaquín Sabina; nos sobran los motivos. Motivos y razones para visitar este territorio que adopta el dorado nombre, porque las oportunidades están ahí esperando a ser aprovechadas, y no son pocas, más bien al contrario. El proyecto de la Milla de Oro del Vino lo que pretende es descubrírnoslas, darlas a conocer porque su potencial turístico es evidente. Mostrarlas a los viajeros nacionales y de forma más profunda a los internacionales para que planifiquen viajes y estancias más largas a las actuales, pues las experiencias posibles de este territorio son múltiples y variadas. Tantas, que incluso invitan a posteriores visitas.

En un trayecto de 40 kilómetros se suceden numerosas posibilidades gastronómicas, hoteleras, enoturísticas, vitivinícolas, patrimoniales, naturales y muchas sorpresas. ¿Esperarían encontrar en esta Milla dos secuoyas gigantes? Pues las encontrarán. ¿El municipio con mayor número de bodegas, con hasta 30? Aquí lo tienen. ¿Un espectacular retablo renacentista con una misteriosa historia digna de convertirse en un thriller best seller? Pues también aquí lo encuentran. ¿Un ángel que cada año desciende del cielo? Tanto de lo mismo. Y esto son solo unas pinceladas que ni esbozan lo que pueden encontrar.

Mucho por ver y mucho por descubrir, como el yacimiento arqueológico de Pintia, donde podrán descubrir el primer lugar de la zona en el que se consumió vino, allá por el siglo V a.C., y también otros lugares donde esta bebida era sacralizada y almacenada en sus cillas. Es el caso de los monasterios medievales de Santa María de Retuerta y Santa María de Valbuena, ambos dedicados a la alta hotelería y hostelería, y, el segundo también, Spa y sede de la Fundación Edades del Hombre, la cual es visitable.

El castillo de Peñafiel acoge el Museo Provincial del Vino y ofrece un paseo por sus almenas desde donde contemplar media docena de valles y una vista que se pierde en un lejano horizonte. La senda del Duero y el canal del mismo río posibilitan tranquilos y largos paseos a orillas del gran río. Además la senda del Duero es surcada en algunos puntos por unas pasarelas de madera que son realmente espectaculares y que unen ambas orillas para recorrer toda la Milla junto a ellas. Las fiestas también son imprescindibles, con ritos y tradiciones singulares, como sucede con La Bajada del Ángel, en Peñafiel, Fiesta de Interés Turístico Nacional que se celebra en un marco de singular arquitectura e historia como es la plaza del Coso. El Carro de Leña de Valbuena de Duero es único, como únicas son las diferentes fiestas de la vendimia ue se celebran en distintas localidades.

La visita a bodegas y restaurantes es religión en esta demarcación geográfica, consagrándose la cocina tanto a menús creativos y de vanguardia como a los más tradicionales. Ambos perfectamente armonizados con los vinos de la zona, muy ligados estos al plato estrella, el cordero lechal –lechazo–, sublime en todas su formas de preparación: asado por cuartos, en chuletillas a la parrilla o también a la parrilla en pinchos. Delicioso siempre. También existe mucho producto de temporada y del terreno, como los afamados y demandados espárragos de Tudela de Duero, bendecidos por el mismísimo Ferran Adrià y la alta cocina. Y por su puesto, el vino. Excelentes vinos, oro líquido que son los que otorgan el dorado nombre a la áurea milla vitivinícola.

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