Miguel Martínez Delso: «Es un acierto volver a apostar por el barro para hacer vino»

Es director de la Escuela de Oficios Artísticos y del Museo de Alfarería y Cerámica de Aranda. Está considerado como uno de los mejores ceramistas del panorama nacional. Miguel Martínez 'Delso' lleva más de cuatro décadas creando arte y también enseñando sus conocimientos. Entre los fondos del museo que dirige se encuentra una amplia colección que muestra la estrecha relación histórica entre el barro y la cultura del vino.

–¿De dónde viene esa estrecha conexión?

–Barro y vino siempre han estado muy unidos. A lo largo de las historia se han elaborado ánforas, tinajas, medidas de vino y jarras. Lo más habitual eran las ánforas y las tinajas. Yo hago una diferencia entre ellas, las ánforas, recipientes que hacían romanos y griegos, tenían formas más cónicas. Las tinajas son posteriores, de la alfarería popular.

–¿Qué aportan esos objetos al mundo del vino?

–En otras épocas, el vino se elaboraba en tinajas y ánforas. Tenía un sabor especial, pero llegó un momento en el que el barro se sustituyó por la piel y la madera. Ahora, parece que ha vuelto y se está poniendo de moda. Empezaron bodegas ecológicas y ahora no es raro ver de nuevo tinajas en bodegas. Dicen que son vinos más afrutados, con más relación con el terruño. En España siempre se ha trabajado y se sigue trabajando con barro rojo. En Francia he visto gres, menos poroso y parece que también da otro tipo de texturas.

–¿Han evolucionado mucho ese tipo de recipientes?

–Las ánforas de los griegos y los romanos tenían una forma en la base más cónica porque se usaban también para el transporte. Esas formas vienen muy bien para el manejo, son como un rueda. La forma ayudaba también cuando se transportaban en barcos y se amontonaban unas encima de otras, se adaptaban muy bien. Luego, se descargaban en arena y se clavaban en el suelo. Se enterraban, para conservarlo. Hay países que siguen enterrándolas, por ejemplo, Nicaragua.

–¿Para buscar matices diferentes en el vino, se está volviendo entonces a lo anterior?

–A fin de cuentas, el vino es una obra de arte. Cada elaborador busca su personalidad, expresarse y en el barro hay mucho futuro. No son para grandes tiradas, son más para vinos de autor. Creo que es un acierto volver al mundo de las tinajas. De hecho, es un oficio que había desaparecido prácticamente y ahora tiene una oportunidad.

–¿Se ha recuperado?

–Hay un centro que ya estaba prácticamente abandonado en Torrejoncillo (Cáceres) y, sin embargo, ahora hay un chaval joven, hijo del antiguo alfarero, que lo ha vuelto a coger con ganas. Ha regresado y la gente ha vuelto a comprar, hay movimiento. En mi caso, he informado a algunos bodegueros que me han preguntado sobre posibles opciones.

–Si hiciera su propia tinaja...

–No soy alfarero tradicional, pero trabajo con barro y, si tuviera que hacer una tinaja, igual la hacía de distinta manera, con otros barros y diferentes texturas y porosidad... Apostaría quizás por el gres... No lo descarto.

–Cuenta con una exposición sobre alfarería y cultura del vino

–Son fondos del museo, tenemos una colección de tinajas muy importante. También pequeñas tinajas para particulares, de 20 litros. Y no hay que olvidar las denominadas medidas de vino. Se trata de una especie de cántaro con una ventanita. Cuando la gente iba a comprar vino a la bodega, echaban el vino del pellejo a la cántara y, cuando se salía por la ventana, era la medida de 16 litros.

–¿Qué obra haría inspirada en el vino?

–Me pillas ahora justo metido en un proyecto al respecto, pero no puedo adelantar nada de momento. Aunque, confieso que desde mi ventana veo un viñedo y es una fuente de inspiración. Hago fotografías de esa viña en cada momento. Lo vivo con mucha intensidad.

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