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Nieves Caballero
Valladolid
Lunes, 6 de mayo 2019
Muchos recordarán aquellos fotogramas en los que la actriz española Aitana Sánchez Gijón y el norteamericano Keanu Reeves agitaban unas enormes alas con forma de mariposa para mover y repartir el calor que emitían grandes antorchas para luchar contra la helada en un viñedo, ... se supone que de California, en Estados Unidos. Lo cierto, es que en la película romántica 'Un paseo por las nubes' el fuego acabó arrasando las cepas por un descuido. Por eso, es necesario extremar las medidas de seguridad cuando se recurre al fuego. Esa imagen bucólica se ha repetido en la madrugada del pasado sábado, 4 de mayo, en los viñedos de las bodegas Pago de Carrovejas, de Ribera del Duero, y Ossian, en la comarca segoviana de la DO Rueda. No hubo alas de papel, ni estuvieron los actores mencionados, pero sí los equipos de viticulturas y de dirección de las bodegas de la familia Ruiz Aragoneses, que colocaron y encendieron cerca de 1.200 velas de parafina para controlar una posible helada que luego no fue tal.
Las últimas tecnologías y un elemento ancestral como el fuego se dieron la mano para prevenir la posible caída bajo cero de las temperaturas y un daño irreperable en las cepas, que se encuentran en pleno periodo de brotación. Esa noche saltaron las alarmas en las estaciones meteorológicas de las bodegas Pago de Carraovejas (Peñafiel, Valladolid) y Ossian (Nieva, Segovia), que apuntaban a temperaturas negativas, y dos equipos de campo se pusieron en marcha, según explica el director de ambas bodegas, Pedro Ruiz Aragoneses.
La bodega cuenta con molinos antiheladas en las parcelas de mayor tamaño pero no en las más pequeñas, que fue donde desde el año pasado se recurre a encender velas de parafina. En la madrugada del pasado 4 de mayo, se colocaron y se encendieron unas 700 velas en Pago de Carraovejas y otras 500 en las viñas de Ossian. Pedro Ruiz insiste en «la necesidad de extremar al máximo los cuidados del viñedo porque sin uvas no habrá vino». Hacia las cinco de la madrugada se fueron repartiendo las velas con un remolque y se encendieros, y una vez que subieron las temperaturas, hacia las ocho de la mañana, se apagaron.
Las velas encendidas ayudan a calentar las capas más bajas de aire, las más cercanas a las plantas, que es el lugar donde se instalan las heladas más perjudiciales. Al calentar estas capas se protege las vides y se evitan los daños en las plantas.
Al mismo tiempo, Ruiz argumenta que «las velas están clasificadas como producto no peligroso y biodegradable por lo que es respetuoso con el medio ambiente y durante su combustión no se producen vapores nocivos».
La tradición de usar el fuego ya se utiliza desde hace largo tiempo en la comarca vitivinícola francesa de Borgoña, y en los viñedos de Argentina. También en este lado del mundo, los viticultores se ven obligados a vigilar las viñas para prevenir las tan dañinas heladas, sobre todo durante las últimas jornadas de abril y parte de mayo porque son las más peligrosas. Ya sucedió a finales de abril de 2017. Una helada negra, una de las peores, afectaron a buena parte de las viñas de algunas denominaciones de origen de Castilla y León, como Ribera del Duero, Rueda, León y Bierzo. Eso provocó una importante reducción de la cosecha de uva en Castilla y León, en España y en toda Europa.
El director de las bodegas señala que «cualquier helada es siempre un riesgo» y recuerda que por algo en Castilla se dice que «hasta el 40 de mayo no te quites el sayo», de manera que el control y la vigilancia van a seguir durante las próximas jornadas.
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