«Las bodegas nos enseñan nuestras raíces, nuestra historia, de dónde venimos»

La arquitectura popular siempre ha sido una de sus pasiones y su origen ribereño le ha llevado a fijar sus ojos en las bodegas y lagares tradicionales. Alfredo Sanz se ha convertido en experto en la arquitectura tradicional del vino con un intenso trabajo de conservación, rehabilitación y puesta en valor de este patrimonio tan singular y que tanto enseña sobre uno de los motores económicos de la región que se ha trasladado durante siglos de generación a generación.

–Arquitecto con una trayectoria profesional que le ha llevado a ser experto o especializarte en la arquitectura del vino y a su recuperación y puesta en valor. ¿Por qué ese campo?

–Me ha atraído siempre la arquitectura tradicional, la arquitectura popular, la de nuestros pueblos… En la Ribera del Duero y gran parte de Castilla y León, una de las tipologías más características son sus bodegas y lagares tradicionales. Como tal, se me presentó una propuesta para hacer un trabajo en las bodegas de mi pueblo y, a partir de ahí, se desencadenó todo. Siempre había tenido interés por la arquitectura cercana, la que habían hecho nuestros abuelos y abuelas. Es algo que he vivido desde niño, las bodegas, la cultura del vino... Ha sido todo muy natural.

–¿Qué descubren las bodegas tradicionales respecto a lo que es la cultura del vino y nuestros antepasados?

–Las bodegas nos dicen muchas cosas, para empezar por qué estamos aquí. Buena parte de las personas de Castilla y León, creo que debemos nuestra existencia al mundo del vino, al trabajo que han hecho nuestros antepasados en las bodegas, porque al final era el motor económico, la forma de ganarse la vida. Las bodegas nos enseñan nuestras raíces, nuestra historia, de dónde venimos. Luego, nos muestran una manera de hacer las cosas que realmente era de otra época, de la que nos serviría mucho aprender hoy en día. Por ejemplo, en el tema de colaboración y apoyo mutuo entre vecinos, y la convivencia, al ser también espacios de reunión.

–¿Se ha vivido durante algunas décadas a espaldas de este patrimonio?¿se ha llegado a tiempo para su recuperación?

–En ocasiones, puede ser tarde porque el día de mañana hay una bodega que se hunde y poco podemos hacer ya, pero tenemos un patrimonio inmenso en la región. Castilla y León tiene un patrimonio subterráneo singular y excepcional por sus condiciones geológicas, históricas y culturales. Lo que percibo es que lo hemos normalizado tanto que a veces llegamos casi a ignorarlo.

–¿De cuándo datan las bodegas?

–Las bodegas van relacionadas con el viñedo. Decía Huetz de Lemps, un historiador francés que documentó los vinos y viñedos del noroeste español, que en el siglo XII ya había viñedo por muchas zonas de Castilla y León. Por entonces, era un vino de autoconsumo y las bodegas eran pequeñas, la mayoría cuartos en las casas, en la zona más fría, un sótano… Los barrios de bodegas que conocemos hoy se desarrollan generalmente en el siglo XV-XVI, de la mano del comercio del vino. En Aranda, hay documentos del siglo XVI que demuestran que fue el momento de mayor venta de vino.

–¿En qué proyectos está embarcado?

–Estoy elaborando una normativa municipal de protección de un barrio de bodegas, un estudio previo para rehabilitar un laberinto de bodegas subterráneas, y algunos proyectos ligados a la conservación de arquitectura tradicional, sobre todo en la Ribera del Duero.

–La visibilidad que han tenido algunos proyectos como los de Moradillo de Roa, Atauta, Dueñas, Baltanás… ¿ha ayudado?

–Todo ayuda porque siempre funciona el saber copiar y adaptarlo a cada realidad. Casos como estos, tan llamativos, que tienen su difusión, contribuyen a que nos concienciemos de que los barrios de bodegas tienen un gran valor histórico y cultural.

–¿Se echa de menos un trabajo de catalogación de bodegas en las zonas de calidad?

–No se puede conservar ni disfrutar lo que no se conoce. Todos los trabajos que se hagan de cara a mejorar ese conocimiento, a indagar en el patrimonio subterráneo, son muy importantes… Es imprescindible saber qué hay bajo el suelo para cualquier intervención o gestión de la superficie, y a las Denominaciones de Origen de Castilla y León las aportan un sello distintivo único que atrae al enoturismo.

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