El Calderón, vestido para la 64 edición de la Seminci.Ramón Gómez
El rincón de Galatea: viaje con nosotros
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«La otra forma de viajar, el cine, exige que nos olvidemos del teléfono, que cambiemos su pantalla de apenas cinco pulgadas por otra de varios metros cuadrados y que nos pongamos cómodos en las butacas»
(*Cada semana, José María Cillero escribe sobre la actualidad cultural de Castilla y León y de todo el mundo. Si eres suscriptor, apúntate aquí a esta newsletter.)
Nadie puede discutir que viajar abre la mente y permite a quien lo hace entender mejor el mundo. Pero para viajar, para conocer otros lugares, no es imprescindible cazar ofertas de vuelos baratos o llenar el depósito del coche y activar el Google-Maps del móvil. Precisamente, la otra forma de viajar, el cine, exige que nos olvidemos del teléfono, que cambiemos su pantalla de apenas cinco pulgadas por otra de varios metros cuadrados y que nos pongamos cómodos en las butacas mientras las luces de la sala se apagan y se extiende el silencio...
Y aquí estamos, en la sala de embarque de la 64 edición de la Seminci, dispuestos a emprender un vuelo que nos llevará desde un encinar en plena meseta castellana a la cocina con aromas orientales de un restaurante en Finlandia, pasando por Georgia, por China, por la India, volviendo a España, saltando a Argentina... Una o varias vueltas al mundo en 275 películas -172 largometrajes, 103 cortos- en ocho días, a razón de algo más de 34 películas diarias. Un viaje con escalas en Tiflis y en Pekin, con excursiones al cine que se hacía justo antes del la llegada del sonoro de la mano de un genio llamado Charles Chaplin; al cine que se atrevió a hacer en la España del inmediato posfranquismo Pilar Miró, una mujer en una industria dominada por los hombres, para contar cosas que aún escocían -¿escuecen?-; sin olvidar un acontecimiento de hace medio siglo en una pradera del estado de Nueva York, nacido con vocación de convertirse en expresión de la utopía hippy y que se ha conformado con ser fuente de inspiración de los festivales musicales de nuestros días, ni tampoco el trabajo impagable en favor de una sociedad informada de una agencia, Efe, que cumple 80 años como testigo de los acontecimientos del planeta.
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