JESÚS BOMBÍN
Jueves, 28 de junio 2018, 08:08
Paz Velasco (Valladolid, 1968) desmonta a la primera las tretas que guionistas de series televisivas de intriga criminal emplean para atrapar a un público con fascinación creciente ante perfiles de asesinos «que nos tendrían que asustar». Especialista en evaluación criminológica, grafística y documentoscopia, ha reunido ... sus investigaciones en 'Criminal-mente', un libro en el que aborda la criminología como ciencia a partir de reflexiones sobre la anatomía del mal, asesinatos en serie y perfiles criminales haciendo un repaso histórico por nombres de la España negra. Imparte clases en la Universidad Católica de Ávila, en el máster semipresencial de Criminología e Investigación Aplicada, y vive en Barcelona, donde ejerce como abogada penalista. Esta tarde ilustrará a los lectores sobre por qué el ser humano mata, las diferencias entre asesinos en función del sexo o cómo han disminuido los asesinatos en serie un 85% en las tres últimas décadas gracias al avance de las ciencias forenses y la preparación de los investigadores. «En la actualidad –asevera– se los suele atrapar tras la comisión de dos asesinatos». Esta tarde diserta sobre todo ello en la librería Oletvm de Valladolid a las 19:00 horas.
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–¿Qué le llevó a interesarse por la criminología?
–Mi primera carrera fue Derecho en la Universidad de Valladolid, y lo que esos estudios nos enseñan es que cuando una persona comete un acto delictivo, esa conducta antijurídica tiene una consecuencia penal, pero a mí me faltaba algo más: saber por qué determinadas personas, tanto hombres como mujeres, incluso niños y adolescentes, llegan a cometer abusos sexuales, violaciones, homicidios, asesinatos. Entender el por qué de determinadas conductas delictivas nos lleva a conocer medios para prevenirlas.
–¿Por qué se mata?
–Llevo más de tres años estudiando la criminalidad femenina y determinadas conductas delictivas, sobre todo asesinato y homicidio, y las causas son multifactoriales. Hay factores endógenos, internos de cada persona, como características neurológicas, biológicas o genéticas, pero también exógenos que influyen en gran medida en que una persona termine cometiendo un delito. Por ejemplo, cómo es su entorno, la familia, el afecto que se recibe de niño, el ambiente social en el que se crece...
–¿Es posible atajar la formación de una conducta criminal?
–No es un tema sencillo de explicar, pero una vez sabemos qué conductas son las que llevan a cabo determinados sujetos. Si conocemos características de niños o adolescentes que cuando pasen unos años pueden llegar a tener comportamientos antisociales contra compañeros de clase, se puede prevenir actuando sobre la conducta y la educación parental.
–¿Es el ser humano agresivo por naturaleza?
–Partimos de la idea de que somos agresivos por naturaleza pero violentos por cultura; es decir, la violencia se aprende. Hay personas con características biológicas que predisponen a ser más violentos y otras que, al contrario, pero que debido al entorno o la educación recibida en casa pueden terminar convirtiéndose en delincuentes o depredadores sociales. En nuestra sociedad hay un 5% de personas tóxicas, perversas, crueles y dispuestas a hacer el mal. Y hay un 1% de psicópatas criminales latentes o viviendo entre nosotros, totalmente integrados en la sociedad. En ese 6% se incluyen los depredadores sociales, psicópatas integrados que suelen trabajar en altos puestos en empresas o instituciones, que probablemente no cometerán un delito de homicidio o asesinato pero llevan a cabo conductas que pueden destrozar familias, economías e incluso en sujetos con un alto poder pueden llegar a destruir sociedades. Y están camuflados como buenos padres, amigos o trabajadores, pero son camaleones, auténticos depredadores sociales.
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–El asesino tiene un cadáver para inculparle, pero dejar en evidencia al depredador social es más complejo.
–Es lo que ocurre con casos de depredadores que operan en un ambiente laboral y se encargan de dilapidar la vida de compañeros, o lo hacen en el entorno familiar arruinando la existencia de su pareja. ¿Cómo demuestras que estás siendo acosada o que utilizan medios perversos para conseguir sus objetivos? Porque para un depredador social la vida es como un ajedrez, hay tres tipos de piezas: Los peones, que son personas de las que considera que puede aprovecharse utilizándolas; luego están las víctimas, que escoge porque tienen algo de lo que puede beneficiarse y, por último, están los consentidores, que están a su lado y lo ayudan.
–Destierra la idea de que el asesino en serie es un producto de la sociedad moderna y las nuevas formas de socialización.
–El asesinato en serie ha existido desde que el homo sapiens comenzó a caminar, lo que ocurre es que en determinados momentos históricos no se les llamaba asesinos en serie. Académicamente podemos considerar que el primer asesino en serie de la historia moderna es Jack 'El destripador', pero en España antes que él hemos tenido al Sacamantecas o al Lobo de Allariz. ¿Qué ocurre? Pues que cuando se cometían asesinatos las víctimas eran personas conocidas, una esposa infiel, una hija que había perdido la virginidad, un amigo o enemigo por traición... pero con Jack surge algo novedoso, el asesinato de personas desconocidas sin razón aparente. Aquí empieza a surgir el miedo al crimen porque la sociedad se da cuenta de que cualquiera puede ser víctima.
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–¿Por qué hay más homicidas y asesinos en serie hombres que mujeres?
–Las mujeres que matan lo suelen hacer por economía o beneficio, y los hombres más por pulsión sexual. La primera asesina en serie de la historia es Locusta, una envenenadora romana que mató a más de 400 personas por encargo, entre ellas al emperador Claudio y a su hijo Británico en el año 81 antes de Cristo. Hoy en día la versatilidad criminal femenina es absoluta, las mujeres son capaces de cometer todo tipo de delitos, se tarda más tiempo en atraparlas, son más planificadoras, organizadas e insidiosas a la hora de matar. La mujer ha matado siempre, lo que ocurre es que muchas veces no se sabía porque la mayoría de los envenenamientos se hacían pasar por muertes naturales. Sobre todo con pescado y marisco.
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