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Una banda de cornetas y tambores precede al paso titular del Sermón de las Siete Palabras en los años 50. Archivo municipal
Aquella Valladolid, un templo viviente

Aquella Valladolid, un templo viviente

Durante la Semana Santa de los años 40 y 50 se suspendían los espectáculos profanos –como los estrenos de cine– y se perseguían los malos comportamientos para crear un ambiente de devoción y recogimiento

Martes, 16 de abril 2019

«Los extranjeros, especialmente, quedan sobrecogidos por este silencio religioso, que es el mismo silencio de nuestro paisaje de llanura, y así advertimos en él hasta qué punto la tierra y el hombre se compenetran y se funden en una aspiración religiosa que, durante unas ... horas, hace que la ciudad se convierta en templo». Era la resaca del Viernes Santo de 1953 y El Norte de Castilla no podía por menos que ensalzar el imponente espectáculo de fervor, devoción, silencio y recogimiento que caracterizaba a la Semana Santa vallisoletana. Las calles se convertían en templos y la estampa silente de la ciudad, transida de una piedad vivida pero también inducida, hacían de Valladolid, en palabras de Dionisio Ridruejo, un auténtico «sermón viviente».

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