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¿Qué pintores le convirtieron en el escritor español más retratado? ¿quiénes eran sus artistas favoritos? El catedrático de Historia del Arte, José Carlos Brasas Egido (Valladolid, 1950), despejó ayer algunos de estos interrogantes en la apertura del curso académico de la Academia de Bellas ... Artes de la Purísima Concepción, con un discurso en el que glosó la relación que desde la infancia mantuvo el escritor y filósofo con el dibujo a lápiz o plumilla y sobre papel, así como el contacto con pintores y escultores de su época. «De él se conoce una serie amplísima de retratos, pues fue todo un icono para los artistas de su tiempo, como se puso de manifiesto en la exposición 'Iconografía unamuniana', celebrada el año pasado en Salamanca con más de trescientos retratos pictóricos y escultóricos», describe Brasas Egido.
Sorolla, Vázquez Díaz, Gutiérrez Solana e Ignacio Zuloaga son algunos de los muchos pintores que le retrataron, lo mismo que escultores como el palentino Victorio Macho, fotógrafos como el salmantino Venancio Gombau o las caricaturas de Luis Bagaría. «Estando desterrado en Hendaya por la dictadura de Primo de Rivera, Victorio Macho se desplazó hasta allí para modelar en barro la encrespada cabeza de don Miguel, que luego pasaría a bronce».
De sus indagaciones establece el académico que quien fue rector de la Universidad salmantina sentía predilección por El Greco, su pintor favorito, «el de la realidad dignificada, el gran maestro de la elegancia. Por ello le fascinaba la contemplación de sus cuadros en el Museo del Prado. Otro de los grandes artistas del barroco que despertó su atención fue José de Ribera, del que exaltaba el austero realismo de sus santos peninentes y su dignificación también de lo deforme en sus lienzos de pícaros y mendigos».
El Greco fue también otro de los favoritos de un intelectual que, ante todo, se sentía atraído por la visión impresionista del paisaje. «Entendía que el arte, la pintura, debía ser la eternización de lo momentáneo y fugitivo, que el artista debe buscar la impresión pasajera, el matiz y la transición de las impresiones que se suceden».
Abundó el catedrático en la opinión negativa que Unamuno tenía sobre las vanguarias y los diferenes ismos que se sucedían en las primeras décadas del siglo pasado: «Fue muy reticente con el arte moderno y en todo momento se manifiesta muy crítico y poco tolerante con las tendencias artísticas novedosas. El escritor no comprendía el cubismo de Picasso, lo consideraba como un juguete de moda, un estilo que solo buscaba llamar la atención».
Más interés mostró por la escultura policromada del renacimiento y el barroco, con grandes elogios a Alonso Berruguete y Gregorio Fernández tras su visita en 1923 al Museo de Escultura de Valladolid «junto a su amigo Francisco de Cossío». Y en pintura –concluye Brasas Egido–le atraían todos los paisajes de España, «pero fundamentalmente el de los campos y pueblos de Castilla».
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