«Esto se ha pasado volando», dice Leo Harlem desde el escenario del teatro Rialto en Madrid, ante los cientos de espectadores que siguen, ríen y aplauden sus monólogos en 'Veinte años no es nada', el especial que Movistar+ ha grabado para celebrar que hace ... dos decenios el camarero de un bar de Valladolid decidió probar fortuna (y con suerte) en el mundo del humor. «Más que una celebración, es la constatación de un tiempo, de cómo me ha cambiado la vida en estos años», asegura el protagonista de una historia que comienza en el año 1962 en Matarrosa, «un pueblecito de El Bierzo donde tenemos el chorizo más picante y la castaña más dulce». Allí nace Leonardo González. «Me vine de chavalín a Valladolid, que es donde he hecho toda la vida. Mis hermanos nacieron ya todos aquí», cuenta Leo. El especial televisivo está trufado de chistes, con un relato de su vida en la que Leo a veces cuela gotas de ficción.
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«Cuando llegamos a Valladolid recuerdo el frío y lo que me gustó el primer día de cole: libros nuevos, ropa nueva, amigos nuevos. Lo disfruté muchísimo, hasta que la profesora dijo: hasta mañana. Ah, pero, ¿hay que volver? A mí es que me pillaba muy mal el horario, me jodía toda la mañana». Su colegio era el Maristas de Huerta del Rey, donde estudió hasta COU. Empezó después Arquitectura y luego Derecho. Lo dejó. También un módulo de FP de Volumen y Escultura en el Instituto de Artes y Oficios, «al lado del Calderón».
Trabajó, como su padre, en Ipavasa, la fábrica de pan. «Qué calor hacia allí, aquello eran dos clases de 'spinning' por jornada», bromea ante las cámaras. Y se puso detrás de la barra en el Harlem. Allí fue camarero durante doce años. «Aquel bar entonces era tradición. Conocí a mucha gente. Y la gente me conocía. Sabían que tenía cierta gracia al contar las cosas. Y se fue corriendo el boca a boca».
La primera vez que se subió a un escenario fue el 1 de febrero de 2001. Su amigo Mariano, de la sala Salamandra, le animó a ponerse detrás del micrófono y a contar en público todos esos chascarrillos que arrancaban risas entre los amigos y los clientes del bar. «La sensación de las noches de Valladolid», decía la agenda de El Norte de Castilla que anunciaba sus actuaciones en la Salamandra o el Café España. La entrada costaba 500 pesetas (tres euros al cambio de hoy). Y llenaba. Todas las noches de actuación.
Adoptó como apellido el nombre de su bar y, como Leo Harlem, comenzó a llevar su humor a Portillo (en los conciertos de la Estufa), a salas varias de la capital y la provincia. «Los bolos por esos sitios te curten como humoristas. Los bares son como el Vietnam de los cómicos», asegura. En 2002 se presentó al concurso de monólogos de El Club de la Comedia. Ganó Dani Pérez. Leo quedó finalista. Pero se le abrieron muchas puertas. «Ahí salió una veta laboral», cuenta.
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Los primeros fueron años de mucha sala y local. «Ha habido temporadas de más de doscientas noches de hotel al año. Es duro. Y giras de teatros de jueves a domingo fuera de casa, y venga doble función. Me he pegado palizas impresionantes, pero muy bien, porque todo aporta», dice Leo, quien hizo memorables campañas para el Real Valladolid, quien todavía («menos de lo que me gustaría») colabora con la Fundación Personas (y su Marcha Asprona), Aspaym, el Banco de Alimentos, y que hoy es estrella del humor en la tele (acaba de estrenar 'La noche D'), la radio (Onda Cero) y el cine.
–¿Han cambiado mucho las cosas en estos veinte años?
–Claro, en todos los órdenes de la vida. Es otra generación. La sociedad es otra.
–¿Más susceptible, quizás?
–Mira, los hay que se sienten ofendidos por unas cosas, y otros por otras. No hay entrevista que no me pregunten por los límites el humor. A ver cuándo preguntan por los límites del drama, porque yo también estoy hasta los cojones de cosas del drama que me afectan.
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«Hay algunos textos que no cuento desde hace 15 o 16 años. Pero mi base es la misma. La actualizo, la trufo con alguna frase, porque lo que cuento, en un 85% o 90% soy yo. Me parece importante que sea creíble. Yo soy un descreído de lo moderno. Lo que está de moda es lo que más critico, porque nos bombardean con esto de las novedades. Y a mí me gusta ponerlo en solfa. Lo que desconozco, no lo trato. No te puedo hablar de la 'playstation' porque no sé ni enchufarla».
Hace veinte años, decía Leo Harlem que sus referentes eran Gila, Faemino y Cansado, Woody Allen. «Esa frase es válida al día de hoy. Muchas veces me comentan: '¿Has visto al cómico este de EE UU?' Pues no, no lo he visto. '¿Y a este otro?' Pues tampoco. Vivo un poco a mi aire». «El humor es una forma de entender la vida y que te la haga más llevadera. El auténtico humor es ese que te permite afrontar el día a día de otra manera, pensar que nada es tan grave ni tan serio ni tan formal como parece. No es ni atacar los problemas (porque lo que para uno es problema, para otro es solución) ni tampoco mirar para otro lado. Lo importante es no tomarnos en serio, no darnos demasiada importancia. Esa es la clave del humor. Quitarnos ese puntito de vanidad y no pensar que somos el ombligo del mundo. Hay que mirarse al espejo y decir, joder qué trazas soy. Es verdad que somos frágiles, que tenemos nuestras inseguridades, pero es ahí donde podemos sacar chicha».
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