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Con un confinamiento de al menos un mes si a algo nos vamos a dedicar durante estas semanas va a ser a ver series y películas. Por eso, esta pretende ser la primera de una serie de críticas y revisiones de lo visto durante lo ... que dure el encierro. La primera que una servidora ha concluido es la segunda temporada de 'Alterd Carbon' después de que la primera no entusiasmara especialmente.
Esta nueva tanda sigue con algunas de las dudas planteadas en la primera, y continúa, en menor medida, con su premisa filosófica y profunda: ¿Se va perdiendo el alma cada vez que se cambia de carcasa? Si bien la serie pasa mucho más de puntillas en esta entrega por estos temas filosóficos.
Un gran punto a favor se ha visto en el cambio de protagonista. Sin llegar a ser un festival de la expresividad, con Anthony Mackie cuesta menos empatizar que con Joel Kinnaman, por no decir que preferirías que Kinnaman muriera y se acabara la serie. Además, a Mackie se le nota una química especial con Chris Conner, Poe, la Inteligencia Artificial que le protege y le orienta para que no lo maten.
Precisamente es el personaje de Poe el que más conmueve con sus fallos de memoria. Una descripción, la que se hace en 'Altered Carbon', tan parecida de lo que le pasa a Poe con el Alzheimer que es difícil no conmoverse. Y es que esta IA (inteligencia artificial) siempre fue el punto fuerte de la serie, el personaje que más engancha, el más simpático, tierno y humano. El desarrollo del personaje en esta segunda temporada no es más que la continuación de aquella locura que bucle con Lizzie Elliot (Hayley Law) de la primera temporada.
Poe conoce a Excavación, otra IA retirada porque su trabajo incial ya no se considera necesario. Con estas dos máquinas interactuando con emociones muy humanas se plantea la eterna pregunta: ¿Hasta que punto lo son si no solo piensan si no que, además, tienen sentimientos? Y es que en 'Altered Carbon' estas inteligencias artificiales desprenden mil veces más ternura que los personajes humanos.
El cambio de protagonista no es la única diferencia evidente con la primera temporada. En esta segunda entrega se simplifica de manera sustancial el argumento. Aquí Kovacs busca a Quell, su gran amor, a la que se dio por muerta cientos de años antes. Nada novedoso eso de que héroe busque a su chica, pero en esta ocasión la simplicidad del argumento se convierte en una mejora: no se pierde en absurdos que no llevan a ninguna parte. Sin ser perfecto, el guion es mucho más ágil y directo que en la primera temporada. Ni de lejos tan horizontal y con tantos recovecos. Así llega a tener momentos realmente emocionantes.
Por otra parte, 'Altered Carbon' ha perdido en la ambientación. Puede que ya no sorprenda, es normal, pero parece que exite una 'relajación' la la hora de mostrar los escenarios. También han bajado los litros de sangre y la mala leche. Una lástima. Ha pasado a un segundo plano la premisa principal: la conciencia y la memoria humana se pueden almacenar en un dispositivo para después implantarse en diferentes cuerpos y alcanzar la 'inmortalidad'. Aquí ya nadie se pregunta qué supone eso. Cómo se pierde la humanidad si se aleja la certidumbre de la muerte.
Y es que es difícil definir qué falló en la primera entrega de 'Altered Carbon'. Una apuesta diferente, oscura, que estaba claro, no iba a gustar a todo el mundo. Su problema es que acabó dejando indiferente a todo el mundo. En este, se podría decir, segundo inicio, se corrigen algunos errores con una historia mucho más directa, pero también se arriesga menos en cuanto a la complejidad de la historia, en cuanto a los personajes -incluyendo el protagonista- y en el sentido del humor que aquí brilla por su ausencia.
Puede que parte de la culpa la tenga que la serie se ha despegado de las novelas de Morgan. Es cierto que existen continuaciones de la primera, y que en su inicio 'Alterd Carbon' adaptó con libertad la primera de ellas, ahora ignora las secuelas. Un cambio narrativo del cine negro al de acción. No hay sospechosos, tramas ocultas tras otras tramas. Es un desarrollo lineal que culmina en los capítulos finales. Deja a un lado la horizontalidad de la primera, la tela de araña, las pesquisas, los interrogatorios, los sospechosos del crimen que conducían a otros, las 'femmes fatale', la indolencia del protagonista.
El hecho de que 'Altered Carbon' haya optado por 'descargar' su guion no quita para que muestre algunas ideas interesantes. Sin duda, la más destacable, la del 'Mercado del Almas' un lugar en el que se comercia con las pilas sobrantes -existen menos fundas que pilas-. Esas mentes encerradas en los dispositivos sirven como droga de los ricos, que pueden usar esas experiencias para su uso y disfrute. Una búsqueda de emoción en 'personas' que tienen cientos de años de edad.
Sin embargo se centra en temas universales: la fuerza del amor, la inconveniencia del poder absoluto, la humanidad de las máquinas y la importancia de los recuerdos para configurar nuestro ser. Cuando alcanza la mitad de la temporada introduce un giro que se traduce en una idea profundamente anticolonialista al más puro estilo 'Avatar'. Un punto más a favor de esta segunda temporada que ha sabido calibrar mejor que la primera la profundidad y la acción.
Si la primera temporada consistía en una idea brillante con un desarrollo mediocre se podría decir que esta segunda se trata de una idea mediocre, ejecutada de manera solvente. No es una obra maestra, no será recordada -a pesar de los pesares- como 'Juego de Tronos' y está a años luz de la complejidad de 'Westworld' pero entretiene y engancha.
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