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Dos residencias de ancianos, ambas en la provincia charra, una en Babilafuente y otra en Castellanos de Moriscos, a las que se sumaron otras de Leganés, Alcorcón y Badajoz, se convirtieron en el foco mediático, hasta el punto de obligar a la Junta de Castilla y León a madrugar y salir al paso de la polémica y asegurar que sobre los dos centros salmantinos existe una sanción de 75.000 euros... Eso sí, relacionada con problemas de personal, no alimenticios, como trataba de demostrar el programa de La Sexta.
El primer objetivo de un espacio denuncia, conseguido, o, al menos, eso pensarán hoy el popular chef Alberto Chicote, reconvertido en Robin Hood alimentario, en una primera afrenta contra la comida que se sirve a los mayores. Le seguirá el cantar de gesta contra los menús en los hospitales, la comida que se ofrece en las ferias del país o cómo te dan gato por liebre cuando pides determinados pescados.
Fueron las 'pildoritas' informativas, los flashes de lo que sucederá «en el próximo episodio», a priori, ya lejos de Castilla y León... Está por ver.
De vuelta a Salamanca, el programa comenzó con las primeras imágenes de Castellanos de Moriscos y la historia de Lucía y su padre, Juan Ángel. La pérdida de la madre había llevado a la familia a denunciar a la residencia de Castellanos.
«El médico del Clínico de Salamanca me dijo de forma textual que cuánto llevaba sin comer, ni beber... Que estaba deshidratada y que si sus riñones no volvián a funcionar, no habría nada que hacer», explicó Lucía, quizá en el momento más emotivo del programa y en la que el telespectador se pregunta si eso es posible.
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Con los papeles de la denuncia en la mano, Lucía y su padre le explicaron su caso a Chicote, que se despidió con la promesa de hablar con la regente de la residencia de Castellanos. Lo logró y, aunque en un primer momento la conversación fue plácida y cordial, el tono cambió tras comentarle la historia de Lucia... La misma directora terminó por liderar las caceroladas contra el Robin Hood alimentario, al grito de «Chicote fuera ya, no te queremos más».
La persecución del chef, ya en Babilafuente, se convirtió en una imagen esperpéntica, tremendista incluso por las miradas de los trabajadores que, armados con cacerolas, evitaron que Chicote se reuniera con el alcalde en el Ayuntamiento. Y mientras, el telespectador preguntando quien estaba con los ancianos en el centro geriátrico...
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Lo más curioso es que ahora muchos de esos axuliares ya no están en la residencia (solo tres meses después) y hasta alguna extrabajadora, como Rosa Durán, denuncia «incentivos» para apoyar la causa de las residencias contra el programa.
La fuerza de las imágenes, con un anciando prácticamente arrancado de las manos de Chicote para internarle en la residencia cuando de su boca salía la palabra «sinvergüenzas», o una nueva cacerolada, a buen seguro que hasta hicieron al chef añorar alguna de las cocinas más pringosas de su Pesadilla en la Cocina.
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