![6x09 'Juego de Tronos': Las batallas crecen](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/pre2017/multimedia/noticias/201606/21/media/cortadas/1366_2000-koUG-U20912087259m4G-575x323@Norte%20Castilla.jpg)
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M. E. García
Martes, 21 de junio 2016, 12:54
Cuando parece que Juego de Tronos alcanza el mayor 'hype' de la historia de la televisión llega el siguiente capítulo 9 y sube la puja. Y es que este nueve puede que sea el mejor de los seis nueves hasta la fecha, con perdón de 'Las lluvias de Castamere', o no. Hay quién se pregunta si 'La batalla de los bastardos' es el mejor episodio de la historia de la televisión. Puede que sea exagerado una afirmación tan tajante pero este ha sido, sin duda, uno de los mayores espectáculos televisivos del mundo, del universo, de... bueno, digamos que no echaba unos lagrimones así desde que los rohirrim llegaron a Gondor.
(Spoilers) Y todo comienza en Mereen con Danenerys como telonera. Todo un lujo, sin duda, un lujo que se acentúa en ese cuarto de hora que dura el 'prólogo' magistral. En unos minutos, son capaces de enfrentar a Tyrion (más diplomático) y a Daenerys (más beligerante), de acabar con los esclavistas (negociación mediante) y charla con Theon y Yara que ya han llegado a Meeren. Un inciso, gracias por ahorrarnos la llegada, las cuatro frases en el puerto y las dos a las puertas de la Gran Pirámide.
Gran momento ese en el que Tyrion, no sin cierto temor, recuerda a Daenrys que puede convertirse en su padre. Que la sed de sangre indiscriminada no es un buen camino. Gracias a eso la Targaryen, cada día más Targaryen, es capaz de pensárselo dos veces y decide negociar. Daenerys no es su padre, es Aegon 'El Conquistador'. La negociación, simplemente espectacular. Los esclavistas, que llegan seguros de su victoria, acaban con el cuello rajado por Gusano Gris (dos de ellos) mientras que el tercero se libra al arrodillarse. Daenerys monta sobre Drogon, ya domesticado, y junto a sus dos hermanos, que escapan de la pirámide, churruscan la flota de los Hijos de la Arpía en minutos. Ni Viserion ni Rhaegal llevan jinete, por cierto. Y la carga de Daario al mando de los dothrakis y los Segundos Hijos con decapitación en primer plano, es simplemente, una delicia.
Después de la batalla llega la calma, al menos relativa. Con Theon y Yara en Meereen, Danerys ya ha conseguido una flota. Coqueteos femeninos a parte, parece que las dos reinas despojadas se entienden bastante bien. Barcos y sus hombres a cambio de apoyo en la guerra de Poniente y la estabilidad en Los Siete Reinos. Nada de saqueos ni de violaciones de ahora en adelante. Los hijos del hierro deben buscarse otro medio de vida. Euron sale a colación porque Yara explica a la Madre de Dragones que los quiere matar y que además de ofrecerle su flota también quiere darle «su gran verga». Si a Daenerys no le sacan un pene a pasear en algún momento, no es un diálogo a la altura.
Y llega la madre de todas las batallas, la de los bastardos. Por Invernalia con Jon y Ramsay frente a frente, por fin y una Sansa, que en segundo plano, hace palidecer a los chicos. Mira que le advierte a su hermano una y otra vez: «Es él el que juega con las personas». Y eso es lo que pasa. A pesar de que Jon se cree muy listo y muy experimentado: «He luchado contra cosas peores que Ramsay» y es cierto pero la verdad es que ni los caminantes son tan retorcidos como el bastardo reconocido. «Nadie puede protegerme, nadie puede proteger a nadie», le dice Sansa, que no se fía ni de Jon, por eso no le cuenta que había escrito a Meñique, que por eso quería esperar. Pero, en ese caso, sin factor sorpresa, Jon puede que no se hubiera comportado como lo hizo y entonces se hubiera perdido la batalla. Además, ha enviado a Brienne a buscar a su tío matando dos pájaros de un tiro: por un lado, se la quita de encima porque sabe a quién iba dirigida la carta y por otro, con un mucho de suerte, puede que consigue que El Pez Negro les ayude.
Jon habla con Ramsay antes y le ofrece el combate singular para cabrearle y que ataque primero. Nada más lejos de la realidad. Sansa entiende, cuando su marido les lanza la cabeza de Peludo a los pies, que su hermano Rickon no va a salir vivo. Lo entiende porque conoce a Ramsay mejor que Jon, mejor que nadie. Sabe de lo que es capaz, sabe que los mayores psicópatas son los mejores manipuladores y estrategas de la conducta humana. Y ella ha aprendido de los mejores: de Cersei, de Joffrey, de Meñique y hasta del propio Ramsay «Hay una parte de mi en tí para siempre», le dice antes de morir. Por ahí dicen que está embarazada ¿?¿?
Y es que en 'la batalla de los bastardos' Jon guerrea como sabe, con lo que tiene, y Sansa también guerrea con lo que sabe, con lo que necesita. Por eso, la llegada de El Valle, como recurso recurrente (veáse la llegada de Stannis a El Muro), funciona. Da igual que supiéramos que iba a pasar.
Por el camino, la grandísima secuencia de la muerte de Rickon en un alarde de crueldad, otra más de Ramsay Bolton, que libera al pequeño de los Stark para que corra hasta sus hermanos. Cuando está a punto de alcanzar a Jon una flecha le atraviesa y muere. Tendido en el campo de batalla y ya muerto, una docena de flechas más pinchan el cadáver. A partir de ahí, Jon espera solo con la espada de su padre la acometida de los Bolton. Ante la locura, Davos y Tordmund inician la carga dejando sin sentido la estrategia de Jon de cabrear a Ramsay para que atacara primero. Después, un plano secuencia de esos que parecen sacados de un videojuego en el que Jon es nuestro personaje que se defiende entre un caos de flechas, caballos desbocados y soldados.
También tenemos susto. El del bastardo de Invernalia enterrado entre cadáveres. Eso y que poco antes pidiera a Melisandre que no le resucitara si moría. La Sacerdotisa Roja le explica que ella no lo elige, que lo elige su Dios. Ella no posee el poder de devolverle la vida sino R'llor y que si él quiere, ella no es nadie para impedirlo. Pero Jon sale de entre los muertos (de manera literal) y respira. Sigue vivo lo justo para reorganizar a las pocas tropas que le quedan, empotrados entre una montaña de cadáveres y la caballería de los principales señores de El Norte.
Y así resisten. Se recrean en planos cenitales espectaculares, el gigante arrancando cabezas, sangre y vísceras. Y el espectador se pregunta que cuándo llegarán las águilas. Y llegan, pero no aquellos animales enormes de El Señor de los Anillos sino en los estandartes de los señores de El Valle. Sansa, junto a Meñique, comanda al ejército de los Arryn, una de las grandes casas con el ejército intacto. Y se pulen al Guardián de El Norte en un momento. Y Ramsay corre a refugiarse entre los muros de Invernalia mientras que Jon, Tordmund y Wun Wun, el gigante, le pisan los talones.
Detrás de la muralla se siente más seguro... por poco tiempo. El gigante rompe la puerta y acaba como un acerico, el pobre. Así es como el último de su especie muere en el patio de Invernalia rematado por el arco de Ramsay que solo ha ejecuta a distancia (el arco es un arma considerada de 'cobardes'). Aunque lo tiene todo perdido no renuncia a una última crueldad. Pide el combate singular a Jon, que acepta y sigue disparando flechas. Para entonces, Jon ya le conoce mucho mejor y gracias a un escudo le alcanza y le muele a palos. Se contiene para no matarlo y dejárselo a su hermana en una escena que habrá hecho descorchar más de una botella de cava.
Sentaos a disfrutar
Sansa visita la celda de su marido, cubierto de sangre y atado a una silla. Lo de que Bolton se baje del guindo no es lo suyo. Ni preso es capaz de callarse y agachar la cabeza, eso hay que reconocerlo. No es un cobarde como Joffrey. Y no lo neguemos, la muerte de Ramsay ha molado. MUCHO. Devorado por sus propios perros, que llevaban una semana sin comer, tal y como explica él mismo a Jon cuando le comenta, 'amablemente', la muerte que les espera. Todo ante la atenta mirada de Sansa, cuya sonrisa final despierta la nuestra propia. Nunca un acto de crueldad tan grande ha sido tan celebrado. Justicia poética, divina, karma, da un poco igual. Uno menos.
¿Y qué pasa con Melisandre? Tiene bastantes papeletas para caer. En algún momento debe morir alguna mujer y ella está cansada. Y ya hecho lo que tenía que hacer: resucitar a Jon. Ahora que Davos ha descubierto que fue ella quién sacrificó a Shireen deseará hacérselo pagar. Su revelación llega en ese paseo que se da antes de la batalla «porque nunca duerme la noche antes». La conversación previa a la guerra entre Tordmund y Davos no tiene desperdicio. Ambos charlan sobre Stannis, el rey al que el contrabandista admiraba y el rey que quemó al rey de Tordmund. «Quizá el fallo fue creer en reyes» dice Tordmund, «pero Jon no es un rey» responde Davos. Y es cierto.
Después viene una invitación por parte del salvaje para beber leche de cabra agria más fuerte que «esa agua de uva que tanto os gusta». Davos rechaza la invitación, porque hace falta tener estómago, y se marcha a caminar.
Este capítulo ha sido el perfecto equilibrio entre la acción, la violencia, la sangre y la suciedad de la batallas y la brillantez de unos diálogos que no pierden nunca el ritmo. Para el 10 dejan el juicio de Cersei, sobre el que circula un gran teoría: ella hará lo que el Rey Loco no consiguió. Quemar Desembarco del Rey con fuego valyrio. No olvidemos que cuenta con la inestimable ayuda de Qyburn y sus pájaros.
No sabremos nada ni de Sam, ni de Jorah, ni de Dorne, previsiblemente, pero yo, particularmente sigo esperando una pista, un guiño o un algo sobre ese personaje, sobre el que han vuelto a insistir, no llegará.
Y el 10. Vientos del Invierno
Y un dejá vù invertido.
Ah, y no se me olvida Lyanna Mormont.
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