'True Detective' sin Nietzsche
Decepcionante, confusa, con menos personalidad… la segunda temporada de la serie de Pizzolato no ha emocionado al público; pero tampoco es mala, seamos sinceros
M. E. García
Jueves, 20 de agosto 2015, 20:25
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M. E. García
Jueves, 20 de agosto 2015, 20:25
Hace un par de semanas que HBO concluyó la emisión de la segunda temporada de True Detective. Al grano. El problema han sido las expectativas. La primera temporada fue excelsa, suprema, original, redonda. El equilibrio perfecto entre el género negro (vamos a dejar ya el noir de una vez) y la filosofía nihilista, los cuentos de terror de Lovecraft y esa atmósfera malsana.
Precisamente eso es lo que hereda esta segunda entrega: el género negro y la atmósfera malsana. Ni rastro de filosofía, esos discursos nihilistas de Colhe los sustituye un Frank Semyon (Vince Vaughn) más pegado a la tierra. Eso sí, no sé si porque no me creo a Vaughn de mafioso en ningún momento. Puede que el guion simplemente deje que desear pero muchas de esas frases que suelta suenan artificiales. El postureo que tanto se lleva. En fin.
Tampoco hay líneas temporales. La narración es completamente lineal, ningún problema. El conflicto surge a la hora de seguir la trama policiaca. Tantos nombres, idas y venidas sin ningún objetivo, tantos diálogos vacíos en la mesa del bar (eso sí, la cantante Lera Lynn, muy bien, aunque a algunos su presencia les parezca forzada) hacen una misión casi imposible seguir la trama. Y el clímax del tiroteo del capítulo cuatro está bien rodado, pero entonces recuerdas el plano secuencia y la serie vuelve a quedarse a medias.
«No se puede comparar la primera temporada con la segunda». La frase se repite como un mantra por parte de los escasos defensores de estos ocho episodios. La realidad es que si nombras de la misma manera a cualquier producción no solo existe el derecho a compararla sino que es deber. También ha resultado que lo comparan con The Wire porque dedica mucho de su tiempo a explicar la investigación desde diferentes puntos de vista. Comparten algunos aspectos: ambas tienen como protagonista a un sistema corrupto. Da igual, True Detective también sale perdiendo. La serie de David Simon es pausada, quizá lenta pero jamás pierde interés. Mantiene una tensión constante, una calma chicha malsana que impulsa al espectador a seguir adelante (algo que también pasa con Breaking Bad) y sus personajes son atrayentes. Puede que te caigan bien, que te caigan mal, pero jamás resultan indiferentes y te los crees, ¡vaya si te los crees!
La segunda temporada de True Detective aburre, esa es la realidad. Y no es que sea mala, que no lo es, pero no es capaz de mantener el interés como debería, sobre todo teniendo en cuenta que es una temporada con solo 8 capítulos. Collin Farrell sigue dando pereza como Ray Velcoro, si bien es cierto que se esfuerza, Taylor Kitsch (Paul Woodrugh) pasa sin pena ni gloria como exmilitar traumatizado y gay en la sombra. La única que se salva es Rachel McAdams y su Annie Bezzerides.
A Nic Pizzolatto se le ha acusado de misógino de manera insistente. Ni la inclusión de un personaje femenino principal ha servido para acallar las voces. Personalmente, la escena de la terapia en grupo por acoso sexual me parece una de las más feministas vistas en años. La reacción de los compañeros de Bezzerides a su confesión es un fiel reflejo de la sociedad en la que nos movemos y los recelos que despiertan determinadas confesiones o comportamientos respecto al sexo, siempre y cuando los haga una mujer. Lo que sí puede resultar un tanto misógino es que ese comportamiento de la detective se achaca a un trauma infantil. Es decir, una chica normal no actúa de esa manera.
Los planos aéreos siguen siendo una delicia. Da igual cambiar pantanos por autopistas, da igual que se cambien los filtros azules por los ocres. Lo mismo pasa con los créditos iniciales. Con el mismo estilo que su primera entrega pero con Leonard Cohen como maestro musical de ceremonias.
Tampoco cambia la conclusión de la historia: los poderosos ganan, los ciudadanos de a pie pierden y los policías que desafían al sistema, desobedecen a sus jefes y buscan al culpable por encima del todo, en esta ocasión, no obtienen la redención.
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