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Dos de los 'padres' de Atapuerca se retiranEn 1994, el Rey Midas de Hollywood, Steven Spielberg, volvía a conquistar las salas de cine a nivel mundial con su taquillazo 'Parque Jurásico', una 'monster-movie' protagonizada, entre otros, por una pareja de paleontólogos. Aquel mismo año, en el yacimiento burgalés de Atapuerca, ... el equipo de José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell descubren unos dientes humanos: lo que más tarde daríamos en llamar el Homo antecessor.
Tuvo entonces lugar un boom generacional de vocaciones paleoarqueológicas redescubiertas. O renovadas. «Fue una redundancia colosal», rememora Carbonell. «Se generó un gran debate que hubo un gran refuerzo con un efecto universal». Bermúdez de Castro, en lo que a pasiones por este trabajo se refiere, recuerda la chispa de su entusiasmo renovado en la lectura del libro sobre las investigaciones, descubrimientos e impactos que tuvo el hallazgo del Austrolopitecus Lucy, escrito en la década de los ochenta por Donald Johansen y Maitland Edey.
José María Bermúdez de Castro
Doctor en Ciencias Biológicas
Con esos mismos mimbres de estructura, espíritu y esperanza, los codirectores de las excavaciones de Atapuerca firman 'Homo antecessor: El nacimiento de una especie', que pasa revista a todo lo sucedido antes, durante y después de aquel descubrimiento que vino a revolucionar el paradigma de la evolución, tal y como la comunidad científica lo tenía establecido, hace hoy treinta años: «Era mejor que lo escribiéramos nosotros mientras podamos, en lugar de que llegaran otros a escribirla por nosotros años después», señala Bermúdez de Castro, muy consciente de la inadvertida ironía que encierran sus palabras.
Eudald Carbonell
Catedrático de Prehistoria
El libro, narrado por el propio Bermúdez de Castro, arranca con el hallazgo y se detiene minucioso en toda la investigación previa, permisos, planificación, análisis y estudios que requieren todo trabajo serio de un paleoarqueólogo. También se recuerda, claro, el momento en el que se puso el nombre al descubrimiento, en un brindis con vinagre de Módena desde un hotel en Italia; la concesión del premio Príncipe de Asturias en 1997 o los diferentes avances y hallazgos posteriores que vinieron a reforzar el hito conseguido en Burgos.
«Era importante dejar constancia de toda la historia, ahora que nos retiramos o, mejor dicho, nos retiran», agrega Bermúdez de Castro. En 2024 se disuelve el triunvirato de Atapuerca, compuesto por estos dos autores y Juan Luis Arsuaga. Bermúdez de Castro acepta el cambio de convenio aunque admite que hubiera trabajado «diez años más». Carbonell, por su parte, se manifiesta «contento» de jubilarse: «Tras 45 años de trabajo, es hora de vivir tranquilo», manifiesta.
Ambos son conscientes, y el libro así lo recoge cerca del final, de cómo el progreso tecnológico ha cambiado el trabajo paleoarqueológico. Los estudios de las proteínas fósiles y los análisis moleculares son solo el último paso de un progreso que pronto normalizará el uso de las IA o el ChatGPT para simular excavaciones, maximizar el rendimiento y obtener resultados precisos en el menor tiempo posible y a bajo coste: «En ese sentido, la inteligencia artificial es nuestro segundo hallazgo histórico más relevante, solo por detrás del fuego», sentencia Carbonell.
Ambos autores se encuentran a la espera de publicación en revista científica de las conclusiones sobre sus últimos hallazgos en la Sima del Elefante. Nada pueden ni quieren anticipar, aunque esperan poder comunicar pronto este descubrimiento, en torno a la primavera de 2024: «Tendrá un impacto brutal», augura Carbonell.
El descubrimiento en 1994 de estos restos de nuestros antepasados vino a poner en jaque un paradigma asentado entonces en la comunidad científica, que defendía que Europa había sido colonizada por los ancestros del Homo Sapiens hace 500.000 años. «La ciencia funciona de esta manera», explica Bermúdez de Castro. «Nunca dejamos de reconocer el trabajo que han hecho otras personas antes que nosotros, con la información que tenían a su disposición». Saben que, en décadas, puede sucederles también a ellos. Proyectos rivales, refutaciones en publicaciones especializadas... Son el pan de cada día de los científicos.
«Somos rivales, pero de un modo constructivo; no enemigos». Enemigos son, recuerdan, quienes desde las administraciones públicas recortan los fondos para estos proyectos, en ocasiones con motivos que desprecian la labor histórica y el valor patrimonial que tienen estas iniciativas. Para un científico, esas dentelladas pueden ser más letales que las de un tiranosaurio en un parque jurásico.
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