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Algo se estaba cocinando en un pequeño teatro de feria que misteriosamente había aparecido en la plaza de la Universidad. Desde fuera solo se escuchaba un vinilo de grandes éxitos de los Bee Gees mientras una simpática taquillera cortaba las entradas de los asistentes. Detrás de ella, un soporte para dejar su pelo -sin estilo de 'Loko Look'- de colores vivos. Se cierra la taquilla y se abren las cortinas del recinto, donde da la bienvenida un amable acomodador. Detrás suyo hay una peluca naranja.
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El espectáculo de Toti Toronell, 'Libèlul.la', se transforma en una acogedora experiencia donde los espectadores se sientan a pocos centímetros de un pequeño escenario y del artista en uno de esos shows que ya han empezado antes de acomodarse en la butaca. Todo preparado desde el inicio para meter al espectador en un mundo paralelo de títeres y autómatas donde pocas son las palabras y mucha la diversión.
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Desde el exterior solo se escuchaban risas y se veían las características lonas de rayas verticales rojas y blancas propias de un circo. Incluso algunos curiosos se asomaban entre las cortinas que hacían las veces de entrada al teatro para descubrir el porqué de tanto jolglorio. Si hay carcajadas algo bueno habrá, pensarían. También descubrieron que el TAC es humor en la zona de Moreras gracias al dúo de la compañía El mono habitado.
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'Benditas' es un espectáculo que se mimetiza con el césped y lo rural en una historia con humor, sátira y crítica social. Gracias a una aparición de la Virgen en algún lugar cercano a la playa de Valladolid, dos pastoras comienzan a debatir sobre creencias mientras se preguntan por el papel de la mujer a lo largo de la historia. «María Magdalena una adultera y Eva la mala, menudos los evangelistas», comentaban en el show.
La Cúpula del Milenio acogía un espectáculo en construcción donde los artistas de 'Maña' utilizaban precisamente este atributo para hacer sobre la marcha una estructura de madera. Con escaleras, poleas y cajones gigantes iba tomando forma una mole que en un primer momento eran un par de palos y donde la imaginación solo podía ver eso: dos palos. Con la paciencia y la habilidad de los artistas, las cuerdas alzaban los cajones hasta crear una imponente estructura de madera que más que risa daba vértigo. Seguro que a los chicos de 'Lignes de Vie' no les imponía más que la fachada del Museo de la Ciencia.
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