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Uno de los espectáculos callejeros del TAC.
Mucho circo y muchísima gente

Mucho circo y muchísima gente

El TAC arranca con buen tiempo, público a raudales y todas las artes circenses imaginables

Javier Aguiar

Viernes, 27 de mayo 2016, 11:43

El arte de calle hizo ayer honor a su nombre y tomó al asalto el centro de Valladolid con decenas de representaciones en una veintena de espacios diferentes. El cielo, al que todos miraban los días previos con los dedos cruzados, no solo eludió las descargas sino que regalo una jornada de primavera que hasta trajo para algunos calor en exceso. La falta de costumbre, se ve.

Al filo del mediodía tres escenarios levantaban a la vez el telón de una mañana que iba a resultar muy circense y más bien poco teatrera. En la plaza de Portugalete una joven pareja formada por un español, David Díez, y un eslovaco, Tomas Vaclavek, ambos miembros del Collectivo Lapso Cirk, ejecutaban una breve y sencilla pieza que forma parte de su trabajo Ovvio, en fase decreación.

Apenas con un par de sillas y el mismo número de tablones estos artistas muestran un incipiente talento para el circo y una notable capacidad para mantener el equilibrio en números originales, parcos en cuanto a elementos escenográficos y expresivos pero eficaces en su plasticidad y dificultad. Aunque será interesante ver el trabajo cuando esté completo, resulta un tanto pretencioso venderlo ahora como «estreno absoluto», tal y como ha hecho el Festival.

Casi solapadas en el tiempo inauguraban el gran espacio de la Plaza Mayor, que lucía abarrotado de público quizás demasiado, dos artistas finlandesas que mostraron sus habilidades en el breve espectáculo Comedy Rola Bola. Esta pareja acrobática que da un toque de humor a una función llena de fuerza y fisicidad, con las que, no obstante, componen figuras de auténtica belleza, elevó el nivel de calidad con técnicas aprendidas en la Escuela Superior de Artes de Circo de Bruselas y desarrolladas a lo largo de casi una década de actuaciones por toda Europa.

Tanto las finlandesas como su sucesora nipona en el escenario, Meriko, habían sido precedidas y presentadas por un improvisado maestro de ceremonias, el ilusionista psicológico bilbaíno Jon Zabal, capaz de adivinar desde un número de teléfono elegido al azar en un viejo listín hasta la clave de una tarjeta de crédito. Pero con él perdió ayer el TAC una figura tradicional, importante y habitualmente olvidada, tanto que se encuentra en vías de desaparición, como es la del oficiante que cose con hilo de humor las sucesivas representaciones.

Femineidad

Hace dos años, la RAE se vio en la necesidad histórica de eliminar la acepción endeble y débil como sexta definición del término femenin. Si por entonces los académicos hubieran visto Street Pole Dance, el espectáculo de danza en una barra con el que ayer Meriko cautivó a la Plaza Mayor, tal vez se hubieran apresurado a sustituir el desafortunado significado por el de vigoroso y enérgico, pues así percibió el auditorio este número venido de Japón, que concursa en la sección oficial del TAC y que juega con las alturas y las posturas de su flexible bailarina, en la historia de una inocente mujer que se despoja de sus capas mientras, paradójicamente, sus movimientos ganan en fuerza y vitalidad.

Meriko, una fibrosa japonesa que comienza dulce y frágil como una gueisha y acaba sensual y frenética a ritmo flamenco. La danza en barra exige una fuerza física difícil de combinar con la delicadeza que Meriko imprime a casi todos sus movimientos, pero ella, con su negra melena al viento, es capaz de ejecutar ejercicios muy exigentes con la sutileza de una bailarina clásica.

Y por fin un poco de teatro... pero combinado con circo. Capicua ha conseguido crear en EnTredos un equilibrado espectáculo en el que la magia y el juego se alternan con los números aéreos, el mimo y las acrobacias, componiendo un ambiente entre la fantasía y la realidad con momentos entrañables y brillantes.

Dentro de la Sección Off del Teatro de Calle también se pudo ver el estreno en España Wasteland, de Cirque Barbette; un ardid circense en Campo Grande donde la artista Rosa Matthis se encierra y se escapa entre tubos metálicos en forma de A, con los que tiende cuerdas flojas sobre las que sube a tres metros de altura. El espectáculo hizo las delicias de los más pequeños, que se giraban a decirles a sus madres que miraran (estas, más sabias, no separaban la vista de la acróbata desde el principio) e incluso se preocupaban por cómo la funambulista ponía en riesgo su integridad física («Se va a caer», protestó más de uno).

En Fuente Dorada, el trío español Varuma Teatro ejecutó Instante, una hábil propuesta distópica en la que tres hombres viven encerrados en cajas de un almacén custodiado por un perro antropomórfico. Bajo los nombres que etiquetan sus receptáculos, 1,5x1,5, Frágil y Canadá exploran su entorno, discuten y pelean desde los códigos armónicos de la danza circense.

Con la amenaza constante de la reaparición de su guardián, los comediantes descubrieron sus distintas destrezas; uno como equilibrista capaz de sostenerse en posturas imposibles con un solo brazo mientras lee poesía, otro como un diestro malabarista capaz de mantener hasta siete pelotas en el aire, y el último como un acróbata encerrado en un gigantesco aro, con el don de perder y readquirir su verticalidad prácticamente por voluntad propia.

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