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César Combarros
Valladolid
Lunes, 27 de junio 2022, 00:17
El 23 de junio de 1982, León acogió el estreno de 'Sin abuso de desesperación', una adaptación de tres piezas cortas de Tenneesse Williams que suponía el primer montaje de Teatro Corsario, una compañía vallisoletana de nuevo cuño, liderada entonces y hasta su fallecimiento a ... finales de 2010 por Fernando Urdiales. Los corsarios celebraron el sábado entre amigos cuatro décadas de andadura «contra viento y marea», como resume el actor y dramaturgo Jesús Peña, en una cita en su local de ensayos del barrio Girón.
Urdiales, que de la noche a la mañana dejó la psiquiatría, bautizó así su compañía en un guiño a los polémicos 'Escritos corsarios' de Pasolini, haciendo referencia a «una cierta idea de independencia, de aventura y de compromiso», según confesaba. A su lado estaban profesionales como Luis Miguel García, Javier Semprún o Rosa Manzano, que han permanecido en la compañía, y otros que dejaron el barco, como Juan Ignacio Miralles ('Licas'), que fundó La Ventanita.
Corsario echó a andar con una aproximación al teatro realista y psicológico de la mano de Williams, tras la cual llegó el recital de poesía contemporánea 'Diciéndolo de nuevo', hasta estrenar en 1983 su adaptación del poema de Lewis Carroll 'La caza del Snark', un montaje con más de una veintena de actores donde irrumpía la metáfora de la búsqueda, un leitmotiv que les ha acompañado. El «viaje imposible de una tripulación improbable» que Carroll escribió se convirtió en su mantra. «Nadie ha podido concretar qué es el Snark, ni Carroll ni Corsario. El Snark podría ser tantas cosas… Es algo que queremos hacer pero no sabemos muy bien qué», rememora Peña.
Él no estaba en el núcleo fundacional de la compañía. Junto a futuras compañeras corsarias como Teresa Lázaro, Jesús Peña experimentaba esos años con un grupo llamado Teatro Sótano. «A algunos de los miembros de Corsario les conocía por su trabajo en el Aula de Teatro de la Universidad, que lideraba Juan Antonio Quintana; en el verano de 1985 me llamaron para hacer una sustitución en 'Comedias rápidas', de Poncela, y nunca me alejé».
La búsqueda que emprendió la compañía esos años se reflejaba en la cantidad de textos diferentes que afrontó: «Igual se hacía 'La caza del Snark' que 'Insultos al público', una especie de teatro de vanguardia de la mano de Handke, adaptaciones de Cocteau, Artaud o Ian McEwan, o los textos de Poncela, que para Corsario eran todo un descubrimiento». Todo confluyó en la 'marca de la casa': el teatro clásico y los títeres para adultos.
«Estábamos tirando redes para ver dónde podíamos encontrar nuestras señas de identidad», valoraba en 2007 Urdiales, que reconocía que tras los «estrepitosos fracasos» de 'Para terminar con el juicio de Dios' (1985) e 'Insultos al público' (1986) comprendieron que «teníamos que conseguir a un público que entendiera por qué lo hacíamos».
Así, con un espectáculo como 'Sobre ruedas' (1987), que rescataba alguna de las primeras piezas cómicas del padre del teatro laico español, Lope de Rueda, Teatro Corsario dio sus primeros pasos en «un proceso muy enriquecedor» que les llevó a la revisión de los clásicos. «Entonces yo apenas conocía nada de los grandes autores clásicos, porque mi generación los rechazaba de lleno al considerarlos como un vestigio patrimonial del nacional catolicismo, un prejuicio que aún hoy sigue vigente», señalaba Urdiales en las bodas de plata de la compañía.
Para Peña, aquel montaje supuso «el descubrimiento del público». «Hasta entonces era difícil saber si se podía vivir del teatro porque no teníamos un público. Fue cuando empezamos a hacer teatro clásico cuando nos dimos cuenta de que existía un público, y de que nos querían contratar», explica Peña.
«Contra viento y marea»
En 1988 llega otro de los grandes hitos en la trayectoria de Corsario, 'Pasión', montaje que aún hoy, 35 años después, se mantiene en repertorio. «Cuando hice 'Pasión' dejé de interesar a mis amigos. Además, la crítica de Valladolid nos vapuleó y nos quedamos con las orejas gachas», rememoraba Urdiales, que señalaba que todo cambió en el mismo verano del 88, cuando la representaron en el patio del Museo Nacional de Escultura.
Mientras continuaban su viaje de la mano de clásicos como Calderón o Lope de Vega (en 1990 afrontaron su primera obra en verso, 'El gran teatro del mundo'), en 1992 Jesús Peña comenzó a buscar aliados dentro de la propia compañía para dar forma a un espectáculo de títeres, algo que inicialmente no confesó a Urdiales. Tras dos años experimentando, llegó el momento de mostrarle el trabajo realizado al patrón del barco, que lo acogió de buen grado y alentó el proyecto hasta el estreno en 1994 de 'La maldición de Poe'.
«Empezamos a tener contratos importantes de festivales internacionales y críticas entusiastas. En ningún momento dejó de poder hacerse una obra porque se estuviera haciendo otra», explica Peña, responsable de la dirección y dramaturgia de todas las obras de títeres ('Vampyria', ''Aullidos' y 'Celestina infernal').
Cuarenta años después de que el barco zarpara, Jesús Peña señala dos señas de identidad de Corsario. En primer lugar, la «aportación a la cultura. Nunca nos metemos en tonterías, en proyectos que solo busquen ganar dinero. Todo lo que se hace en Corsario tiene una magnitud cultural importante», señala. Por otra parte, se refiere a la «constante renovación del mundo de los títeres».
Echando la vista atrás, Peña considera que desde la compañía han contribuido a profesionalizar el sector y a consolidar las redes y los circuitos escénicos de la comunidad, que en sus inicios ni siquiera existían.
Sobre los sueños por cumplir que puedan tener por delante, Peña señala que nunca se plantearon cosas así, si bien en un momento dado sí se les presentó la posibilidad de que Teatro Corsario se convirtiera en «una especie de centro dramático». «Entonces Urdiales no llegó a un acuerdo. Nuestro sueño era seguir actuando constantemente. Eso es lo que tendría que ser y prácticamente lo conseguimos durante un tiempo. Hace unos años llegamos a representar en un mes siete obras distintas por toda España».
Entre los momentos más duros del recorrido, la profunda tristeza de las despedidas de compañeros como Fernando Urdiales, el actor Paco González, el iluminador Jesús Lázaro o el tramoyista Manuel Alonso, entre otros, Peña se refiere a «los momentos en los que las sucesivas crisis nos han hecho pensar que la compañía se iba».
«Siempre estamos en la cuerda floja. Ahora mismo estamos completamente en la cuerda floja. Es imposible saber si la compañía puede continuar. Pero como cumplimos cuarenta años puede parecer que es una especie de logro, pero no lo es del éxito económico sino de la constancia y de decir: 'Vamos a sobrevivir contra viento y marea'», concluye Peña.
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