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Samuel Regueira
Valladolid
Sábado, 23 de junio 2018, 22:49
La apuesta era tan arriesgada como la que en su día hicieran Luis Mejía y Don Juan Tenorio en la Hostería del Laurel: sacar la pieza dramatúrgica de José Zorrilla a las calles de Valladolid, en distintos enclaves en torno a la zona de San ... Pablo, y desarrollar el texto íntegro con una compañía profesional con la confianza en que el público supiera dar la talla, fuera del espacio escénico y la solemnidad del teatro. Y se cumplió: ni los móviles, ni las tablets ni las cámaras autónomas impidieron que el silencio, el asombro y el respeto que se espera de cada espectador cumpliera su papel en la creación del arte sobre las tablas. Los actores pusieron el resto a lo largo de la tarde de ayer, dando voz, cuerpo y rostro a un proyecto promovido por la compañía Amigos del Teatro, la Casa Zorrilla y el Ayuntamiento de Valladolid.
La plaza Federico Wattenberg marcó el escenario inicial del arranque de la obra, con la apuesta en la hostería entre los dos pérfidos protagonistas y las primeras artimañas de ambos por las calles de Sevilla. Un gesto de solidaridad fraterna fue el de los responsables de los establecimientos Coco Café y Desafinado, que contribuyeron con sillas y mesas para diferentes personas de entre el público para su mayor comodidad en el espectáculo, sin exigir a cambio consumición alguna. La fachada del Museo de Escultura suponía el telón de fondo en el primero de los escenarios montados, cuya singular belleza entusiasmó a alguna joven entre el público: «Se mire donde se mire, se ve arte», afirmó.
La traslación escénica de 'Don Juan Tenorio' a la calle, en la noche de San Juan, supone, más que una novedad, el ambicioso arranque de lo que se pretende una tradición. Así lo manifestó al comienzo de la obra Pedro Ojeda, escritor experto en Zorrilla y profesor de Literatura en la Universidad de Burgos, quien no descarta que las futuras representaciones desarrollen de nuevo este texto dramático por Pilarica, Rondilla, Delicias y otros barrios de la ciudad de Valladolid.
Al primer cambio de localización, que marca el comienzo de la seducción de doña Inés por parte del galán Don Juan, y que supuso la migración de elenco, equipo técnico y espectadores de la plaza Federico Wattenberg al lateral del palacio de Pimentel, en la misma plaza de San Pablo, el consenso entre el público parecía evidente: «Esto de irse moviendo lo hace más ameno», afirmaron quienes se detenían a advertir que ya habían transcurrido setenta y cinco de los ciento cincuenta minutos estipulados en el programa. Otros elogios fueron a parar a los logrados ropajes y vestidos de los distintos integrantes del drama; un vestuario confeccionado, de acuerdo a la organización, por Sastrerías Cornejo.
Algunas reverberaciones del sonido fueron las únicas pegas en el transcurrir de la obra; que propiciaron que Brígida incorporara correcciones a su micrófono durante su discurso. Por lo demás, la obra fue creciendo en intensidad, en especial con los gritos que sobresaltaban a varios viandantes con la confrontación última entre Don Juan, Don Luis Mejía y el comendador Don Gonzalo de Ulloa, hasta que la 'troupe' y su público se desplazaron, una vez más.
El Jardín Romántico de la Casa Zorrilla albergaba dos secciones debidamente acondicionadas para las escenas finales de la obra, el clímax en el cementerio y la salvación última del rufián, redimido ante los ojos de Dios por la virtud de la dama que lo amaba. La disposición de este recinto, que siempre se enfrenta a la difícil ecuación de conciliar el cuidado de la naturaleza que alberga con la distribución de sendas y caminos para sus visitantes, fue el último escollo al que se enfrentó este 'Don Juan Tenorio' abierto, sin telones ni paredes: los técnicos de sonido tuvieron que sudar para construir, de nuevo, una escenografía a la altura, mientras que muchos espectadores se conformaron con presenciar el final de la obra desde ángulos imposibles o, directamente, desde fuera de la casa museo. Los aplausos finales demostraron que, una vez más, Don Juan sigue seduciendo.
La compañía Amigos del Teatro ha sido la encargada de conformar la parte más visible de este ambicioso proyecto artístico e itinerante, que entronca con la mejor tradición del teatro en la calle. Pedro Marín Fernández, asistido por Félix Hernández, se ciñó al texto original y se puso sobre los hombros la responsabilidad de sacar lo mejor posible de la actuación de un equipo artístico de dieciocho personas, encabezadas por Vidal Rodríguez como el bribón Don Juan y Laura Peláez como la novicia Doña Inés. Fue la de ayer una noche mágica de San Juan donde brilló con fuerza la presencia y, sobre todo, la voz, de Jesús Cirbián como Luis Mejía.
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