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«La ciudad de Valladolid recupera un espacio histórico y cultural que se encontraba abandonado». Con estas palabras anunciaba el alcalde, Óscar Puente, la operación edilicia para salvar el Teatro Lope de Vega y reactivarlo como coliseo íntimamente ligado a la historia de los ... vallisoletanos. Se trata, en efecto, de uno de los tres teatros más antiguos y emblemáticos de la ciudad; pero hubo más.
Hace casi cien años, Narciso Alonso Cortés rastreó la actividad teatral desarrollada en la segunda mitad del siglo XVI en aquellos corrales de comedias que solían instalarse de manera permanente y al descubierto, en los patios y corrales interiores que separaban los edificios. Citó así la petición que el mismo Lope de Rueda cursó al Ayuntamiento para construir uno en 1558, puesto que cuatro años antes se había representado una obra suya cerca de la Puerta de San Esteban, en lo que fue el primer corral de comedias permanente.
Hubo otro, hacia 1574, en la calle de la Longaniza, hoy Simón Aranda, pero mucho más importante fue la decisión de la cofradía de San José y Niños Expósitos de dedicar el patio de su Hospital, frente a la iglesia de San Lorenzo, para la actividad teatral. Y es que, tras comprar un corral a Ana Portillo para agrandar su patio de comedias, esta cofradía solicitó al Ayuntamiento la representación en exclusiva de piezas teatrales como medio para sufragar los elevados costes de mantener a los más de 130 niños expósitos. La Corporación se demoró en la resolución, pero no así el rey, Felipe II, que se lo concedió por decreto. Era el origen del famoso Teatro de la Comedia, derruido en 1609 y reconstruido en su totalidad dos años después. Propiedad del Ayuntamiento a partir de 1771, fue objeto de notables reformas materiales, como la ubicación de la entrada principal por la Plazuela del Teatro, hoy Martí y Monsó.
Segunda vida
Prácticamente en ruina desde mediados del XIX, fracasaron todos los intentos de reflotarlo hasta la remodelación, ya a principios del XX, del arquitecto Antonio Ortiz de Urbina. Esta su segunda vida, ya como Gran Teatro, duró del 18 de septiembre de 1920 hasta el 2 de junio de 1929. Su lugar lo ocuparía, a partir de marzo de 1930, el también desaparecido Cine Coca.
Para paliar el vacío teatral dejado por ese primer coliseo los industriales José León y Saturnino Guerra crearon una sociedad cuyo objetivo, conseguido el 6 de diciembre de 1861, era erigir uno nuevo, el Lope de Vega. El proyecto se lo encargaron a Jerónimo de la Gándara. En pie hasta el 2000, seis años después lo adquiría Caja Duero para, supuestamente, insuflarle una actividad que no terminó de llegar. De ahí la reconfortante noticia de su reciente adquisición edilicia.
El Lope de Vega monopolizó la actividad teatral hasta 1864, año de creación de nuestro coliseo más grandioso, el Calderón, inaugurado el 29 de septiembre en lo que antes fue el Palacio del Almirante. En este caso, su segunda vida data del 9 de abril de 1999, fecha de su reapertura después de cuatro años de reformas que supusieron una inversión total de 2.438 millones de pesetas.
Pero la patria chica de Zorrilla no podía prescindir de un teatro a su nombre. Se construyó en tiempo récord –apenas seis meses– en la Acera de San Francisco, el mismo lugar que había ocupado el histórico convento donde falleció Cristóbal Colón, y abrió sus puertas el 31 de octubre de 1884, con el poeta en la sala para presenciar, entre vítores, la puesta en escena de su 'Traidor, inconfeso y mártir'. Clausurado en 1999 ante la seria amenaza de ruina, dos años después lo adquirió la Diputación Provincial, que acometió su restauración con ayuda económica de la Junta de Castilla y León. Reabrió sus puertas a finales de 2009.
Ya entonces hacía casi 41 años que la piqueta se había llevado por delante al mítico Teatro Pradera, construido frente a la Plaza de Zorrilla, a la entrada del Campo Grande, después de que Manuel Pradera Antigüedad lograra la licencia necesaria para abrir un precioso teatro de verano. Era el 16 de septiembre de 1910. La concesión, de 18 años, se fue prorrogando hasta el cierre definitivo, el 24 de septiembre de 1967. Los trabajos de demolición comenzaron a principios del año siguiente.
Años antes, concretamente el 25 de marzo de 1943, abría sus puertas en la calle Montero Calvo el Teatro Carrión, obra del arquitecto Ramón Pérez Lozana, con la pretensión, según sus dueños, de combinar los espectáculos teatrales con el cine. Y precisamente como «cinematógrafo y aula de cultura» nació, el 20 de septiembre de 1959, la Sala de Cervantes, hoy rebautizada como Teatro y obra, en aquel momento, de los Hombres de Acción Católica.
Por el camino fueron quedando otras salas efímeras, como el Pabellón de Espectáculos y el Teatro Barbieri, construidos ambos en el Campo Grande en el primer lustro de los 80 del XIX; teatros particulares como el Español (1884), en la calle Francos, y el Ayala (1886), en Angustias; o un Teatro Cervantes inaugurado en 1897 en una vivienda particular de la calle de la Verbena.
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