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Luis Bermejo y Javier Gutiérrez, como Azarías y Paco el Bajo. Carlos Espeso
Otra resurrección

Otra resurrección

Actores de renombre en una labor seria, pausada, llena también de silencios y de miradas

fernando herrero

Valladolid

Sábado, 9 de abril 2022

En su novela-poema Miguel Delibes pinta dos mundos. Los ricos, los señoritos, y los pobres. Los primeros abusan de los segundos desde lo personal a lo laboral. Paco el Bajo es el secretario de caza del Señorito Iván; Nieves, su hija, es obligada a trabajar como doncella y en un momento es casi acosada por este. Azarias lo asesina como venganza por la muerte de la milana. En la obra no existe cambio. Los sometidos lo seguirán siendo. La caza. Aquí la critica como una fiesta política y social, también una competencia absurda. Es un detalle de honradez que siempre me impresionó, como el lenguaje riquísimo de un maestro de la palabra.

De la lectura y el cine pasamos al escenario donde viven, carne y hueso, los personajes. Otra resurrección. Están todos, los conflictos ocurren ante nuestros sentidos y el espíritu del novelista aletea detrás. No hay cambios pero el punto de vista y la reacción del espectador es distinta de la del lector, porque se interponen los actores que son diferentes de los de la magnífica película de Mario Camús. No hay que confundirlos ni buscar parecidos físicos sino adecuación, que la gestualidad y el vestuario pueden dar.

Un espacio único con una especie de estaribel en un lado y tres puertas, la de los señores, la del cazador y la de la familia de Paco el Bajo. Se ajusta el montaje a la novela y se respetan los bellos diálogos. Algún cambio, como la muerte de Iván y una potenciación de los lazos familiares de Régula, Paco y sus hijos. Una visión lenta, con escenas con todos los personajes. Falta ese ambiente crítico de la cacería que Miguel retrató magistralmente, con sus ministros y gente de la jet. No eran posibles las imágenes de una atmosfera a la vez lúdica y trágica, pero es un acierto la mirada introspectiva.

Actores de renombre en una labor seria, pausada, llena también de silencios y de miradas. Es difícil destacar a alguien desde esa línea interpretativa que no lude los conflictos expresados en la obra delibiana.

El novelista vallisoletano no necesitaba resucitar pero ha encontrado otra vía. El público, abarrotando el teatro, aplaudió con entusiasmo.

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