Irradia color, una de sus claves teatrales. Pazos, cofundadora de Voadora, estrenará 'Safo', en Mérida y en el Grec, en la que dirige a Cristina Rosenvinge. A las matinés del circo Price está dedicado su 'Twist' y en Galicia mostrará su instalación 'El museo como ... escenario'. Luego la esperan dos óperas, 'Alexina B', un icono queer, con música de Raquel Garcia Tomás para el Liceu de Barcelona, y 'Julio César', de Händel, para el Teatro Calderón de Valladolid.
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–¿Se puede compartir lo invisible del teatro?
–Este es un máster baluarte que une pensamiento y creación contemporánea, el teatro no puede ser ajeno a ninguno. Aquí hacemos y reflexionamos sobre lo que hacemos. Les planteo cómo es mi relación con la magia y lo invisible. Uso del 'I Ching', un libro milenario y oracular, y otras prácticas relacionadas con la mística que nos sirven para legitimar la valía del instinto y desde qué lugar conectamos con la tradición. Mi visión del hecho teatral es más orgánica que academicista. Quiero que los alumnos amplíen la mirada, detengan el tiempo y se fijen en lo que nos golpea, redescubrir el valor del contexto, no pasar por alto nada, descubrir la perla en el lodo.
–La cultura audiovisual provoca cierto horror vacui en la escena actual, con fondos llenos de vídeos.
–La tecnología es muy positiva, no podemos hacer teatro como se hacía hace 2.000 años porque trabajamos para el público de hoy. Se trata de encontrar un equilibrio entre los materiales, que juntos formen parte de un todo, que ni el texto, ni la técnica, ni el intérprete se coman al resto. Quiero trabajar sobre al cocreación.
–¿Afronta los trabajos de su compañía de distinta manera que los encargos?
–Ahí soy directora artística pero para mí todo forma parte de un gran proyecto. Mi base son las artes plásticas, llegué a las escénicas desde ahí y mi concepción es como la pictórica. No haces una pintura, sino series que tienen una coherencia. Todo tiene que tener un sentido, las piezas se realimentan no son cajones estanco y a veces una incógnita de 2013 no la resuelvo hasta 2021, depende lo que actúe sobre mí.
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–¿Cuáles son los ejes vertebradores de su trayectoria?
–El mimbre esencial es poner la vida en el centro, que parece una idea simple pero es compleja. Y eso se basa en la observación de los materiales, las personas, los lugares. Mi voluntad es hacerlo teniendo en cuenta los cuidados de la vida, importa lo que hago, pero más aún cómo lo hago porque eso impacta en el hecho artístico. En el teatro venimos de una tradición de dirección tiránica, de descuido. El otro mimbre es el color y su conexión con lo sagrado. El color es el protagonista de la transformación. Me interesa cómo impacta el color en la percepción del público.
–La dirección tiránica que mencionaba parece que da sus frutos ¿cómo se cambia?
–Hay que revolucionar ese pensamiento. La escena ha nacido como explicación del mito y espejo de la realidad y la realidad está cambiando, El mundo post 8-M lo visbiliza. Hay que respetar a los abuelos, la sabiduría, el heteropatriarcado ha arrastrado todo eso.Creo que se pueden hacer las cosas de otra manera para nuestro bien. No se puede hacer arte a cualquier precio. Como directora soy responsable del impacto de mis palabras en mi equipo, estoy en una posición de privilegio y tengo que repensarla.
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