La dramaturga María San Miguel, finalista al mejor espectáculo revelación en los Premios Max 2019 por 'Viaje al fin de la noche', se preguntaba si los cuerpos seguían siendo inocentes, si su liturgia desnuda había sido reconducida o reescrita por la pornografía, el heteropatriarcado o la Iglesia, y ha resultado que sí: «la violencia que sufren los cuerpos de todos y de todas tiene que ver con el consentimiento», explica esta vallisoletana, para la que el porno forma parte ya del imaginario simbólico «igual que el sistema de la moda o el canon normativo de la belleza». De manera que todo ello forma parte de nuestras vidas, al igual que nuestros cuerpos, para San Miguel, son cuerpos «deseantes»: «basta ya de ser sujetos pasivos y vamos a reivindicar la acción en el sexo», se explica al referirse que debemos «apropiarnos» de nuestras anatomías y gozar de las relaciones íntimas. 'Yllegar hasta la Luna' es su última obra, amparada por el Centro Dramático Nacional, que puede verse en el Teatro Valle-Inclán de Madrid.
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Así, el espectáculo posee un carácter documental, testimonial, veraz, ya que parte de un enfoque testimonial, siendo esta una pieza muy física y plástica: «todo lo que cuentan los cuerpos a lo largo de la obra dice mucho», comenta San Miguel, quien ha trabajado partiendo de referentes como Paul B. Preciado, Yolanda Domínguez, Isabella Cruz o incluso artistas españolas de 'performances' pretéritas. De manera que el resultado es un documento y una obra a la vez, un retrato del consumo, el sexo y la libertad, según su autora. «Creo que queda un camino grande para que podamos ser realmente libres –comenta– y que la mirada externa no nos afecte a nuestras voliciones. La cultura de la religión católica nos ha marcado nuestra manera de ser, incluso a mí, que recibí una educación laica». La vallisoletana media la treintena comenzando a descubrir con sus enormes ojos azules una poética corporal propia y ajena, lo cual es una ética, además de una estética: una liberación, es decir. Ya no hay fealdad ni perfección, solo la belleza de lo cada vez distinto, como un paisaje humano que sugiere una permanente invitación al placer, entre formas entreabiertas y excitantes que ofrece tórridas visiones al espectador, devolviéndole así al erotismo su antiguo y excitante prestigio.
'Y llegar hasta la Luna' va de lo íntimo a lo público y lo hace así porque «vivimos en un mundo del que es difícil salirse». Preguntada sobre las diferencias entre un cuerpo normativo y otro que no lo es, afirma que «el normativo se da porque estamos superbombardeados por imágenes, símbolos, películas, estímulos que responden a un patrón heteropatriarcal y estas imágenes actúan en la parte más profunda de todos nosotros, porque estamos marcados por ese imaginario, y aunque nos sintamos libres, en realidad no terminamos de serlo». Es, en definitiva, el cuerpo heterosexual, blanco, delgado, con medidas de un canon de belleza impulsado por el consumo el que pauta nuestra felicidad sin que apenas nos demos cuenta. Con respecto al cuerpo no normativo, explica San Miguel que más nos valdría no doblegarlo ni obligarlo a ajustarse al normativo: «Gracias a las enfermedades que sufrió mi padre he pensado en el cuerpo como una máquina perfecta de la naturaleza en la que, a veces, aunque falten órganos o haya diferentes capacidades, la supervivencia se impone». Ante la profusión de gimnasios en los que los españoles se pasan las horas muertas moldeando su cuerpo o deshidratándose en la cinta, San Miguel considera que «se vende el trabajo duro del cuerpo en los gimnasios como lo único bueno que podemos hacer con él, mientras que se olvida de que la mente es maravillosa y de que merece igual o más atención».
Procesos largos
También la propia obra moldea a la artista y a María le ha ocurrido con este espectáculo: «Yo siempre me he hecho muchas preguntas porque mis procesos suelen ser bastante largos. Creo que he aprendido a trabajar con un grupo grande, a hacer una gestión y una organización muy coreográficas, porque en otros trabajos míos había más predominio de la palabra», confiesa. «Me ha empujado a repensarme mucho, a sentirme más libre, a mí y a mi deseo, porque en realidad todo vale si es consentido, pero también me ha ayudado a decir que no cuando no quiero; en definitiva me ha hecho más libre». Pero, a renglón seguido… ¿acaso antes no lo era nuestra escritora y actriz? «No del todo, porque las mujeres hemos follado mucho por educación, porque no se nos ha enseñado a decir que 'no' y a no calibrar bien el límite o la línea que separa el placer y el peligro», concluye. Entre las actrices, San Miguel destaca lo aprendido de una persona invidente, cuya lección ulterior es que disfrutemos de la vida. Anima pues a practicar el hedonismo de las tablas y de la musa Melpómene que, rodeada de mancebos, de reprimida tenía poco.
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