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Lola Herrera vuelve al escenario en el que debutó a los 12 años como cantante, el del Teatro Calderón, y lo hace con el personaje que la ha acompañado durante cuatro décadas y del que se está despidiendo, Carmen Sotillo. Declamará el ... soliloquio de 'Cinco horas con Mario', de Miguel Delibes, desde mañana y hasta el domingo.
Con todo vendido, la actriz compareció ante la prensa acompañada por Óscar Puente y Ana Redondo. El alcalde anunció que el Ayuntamiento de Valladolid otorgará su Medalla de Oro a la artista. Lola Herrera expresó su agradecimiento antes de rememorar su relación con su ciudad natal. «Me emociona venir a Valladolid, son muchas cosas encontradas, los recuerdos de casi un siglo. Nací y viví aquí hasta los 20 años, mi familia siguió aquí. He vivido tanto con mis vecinos de las Delicias, adoro mi barrio», y haciendo un profesional receso anunció que estaba vacunada y pidió permiso para quitarse la mascarilla. A partir de ahí sonó su inconfundible voz entera. «Tengo muchos recuerdos de mi vida difícil aquí. Me fui a Madrid en 1957 pero siempre mantuve un pie aquí. Y es un placer venir a este escenario al que me subí representando a mi ciudad en un concurso de jóvenes talentos para cantar a los 12 años».
Herrera confesó que se acuerdo mucho de Tomás Rodríguez Bolaños, «ese alcalde que no paraba de organizar actos para que los que vivíamos fuera volviéramos». Lamentó la situación sanitaria que obliga a «mascarillas y distancia en el teatro pero creo que hay que seguir adelante y es una satisfacción volver. No se puede uno parar, solo lo imprescindible. El escenario es el sitio en el que mejor me encuentro».
Y se vestirá de negro, y hablará con su esposo muerto, Mario Díez Collado, transmutada en Menchu. «Son cuatro décadas haciendo este personaje en distintas épocas. La curiosidad me ha llevado a descubrirlo desde ángulos nuevos por donde lo veo de otra manera. Cambié yo, cambió el país. Cuando comenzamos a representarlo en 1979 nadie sonreía y ahora hay carcajadas entre el público». La democracia cambió la forma de leer y entender una texto escrito en la dictadura (1966).
«Hay una evolución espectacular, a partir del texto, porque todo está ahí. Gracias a la cantidad de espacios que Miguel dejó tras las palabras, los reproches, los silencios, ahí hay mucho material y en ese campo he trabajado. Empecé con palabras llenas de tintes de dolor y luego encontré otras cosas que dejó Miguel. Josefina Molina y yo encontramos cosas nuevas que no habían sido leídas pero que estaban escritas», explica Herrera, siempre desde la excepcionalidad del caso. «Esto no ocurre con facilidad, estar tanto tiempo con un personaje. En España recuerdo a Enric Guitart con 'Las manos de Eurídice', que estuvo 20 años, pero solo dedicado a esa obra. Yo he hecho otras muchas entre las reposiciones de 'Cinco horas...'. Cuando me propusieron retomarla al cumplirse el medio siglo de la novela les dije que era una locura con mis años, que Carmen quedó 20 años atrás. Pero al final daba igual la edad, lo importante era una mujer contando esa historia. Y nunca pensé que disfrutaría tanto, han sido distintos disfrutes cada vez».
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