Lleva tiempo siendo Nicolás, intentando no defraudar a su creador, Delibes, que además era su amigo. José Sacristán llega este fin de semana al Teatro Calderón de Valladolid con todo vendido, sin miedo, con respeto.
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–Por fin llega con Nicolás a Valladolid. ¿Qué le ... ocurre a un personaje sometido a variables como las vividas?
–Voy con la sensación de cumplir un deber de contar esto en Valladolid. Todo lo que pasa alrededor de Miguel Delibes pasa por una forma de amor y respeto. Llevo dos años con Nicolás, vamos de mano, cualquier relación con un personaje tiene que tener un margen para que corra el aire, para que lo que ocurre hoy sea distinto de lo de ayer o mañana. Nicolás es un personaje tan diáfano, tan claro, tan en su sitio que nos movemos en parámetros reconocibles. La obra la manejamos cuatro personas y aunque ha sido terrible tener que aplazar y suspender, se están recuperando las funciones perdidas.
–'Señora de rojo sobre fondo gris' habla de la pérdida, la de un viudo demasiado conocido como para evitar el referente real. ¿Llegó a hablar con Delibes sobre su pérdida?
–Hablamos mucho porque cuando comencé a hacer el Pacífico de 'Las guerras de nuestros antepasados' murió mi madre y hablamos mucho de las gentes de pueblo, de apodos y de pérdidas. Al poco de comenzar con esta obra, murió Pepe Sámano, muy próximo a Delibes y a su literatura también. Así que la pérdida está latente siempre. Incluso cuando hablé conDelibes para que me autorizara una lectura dramatizada de unos capítulos, ya él estaba de despedida, harto, deseando irse.
–¿Cómo dar vida al recuerdo de esa «mujer que aligeraba la pesadumbre de vivir»?
–Por encima del inmenso dolor de la pérdida en esta novela hay una memoria del amor que le tuvo, que vence a la muere. Intento poner el acento en eso. Miguel Delibes negocia con el dolor desde ese amor, para que prime la memoria de este último.
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–García Benito, Delibes, Marías, es la generación de sus mayores ¿se entendieron bien?
–Tuve antecedentes, como el de Fernando Fernán Gómez. Cuando estaba cerca de él la diferencia de edad no era reseñable. Somos generaciones marcadas por la Guerra Civil, a mí me pilló naciendo. Pero digamos que la posguerra nos unió en un denominador común de desilusiones y ambiciones. Además de Fernando, estaba Sampedro, Saramago, mis mayores que remiten a una manera de ver el mundo que tiene un eco anterior, que bien podría ser el de Antonio Machado.
–Este es su segundo papel delibeano tras 'Las guerras de nuestros antepasados'. ¿Hay algo en común entre Pacífico, novela que se apoya en la historia, y Nicolás, un texto intimista?
–Comparten la mirada de Miguel Delibes sobre el ser humano. Pacífico es un ser de ficción, Nicolás es Miguel aunque se protege. Delibes utiliza esa herramienta maravillosa que es la palabra al servicio de lo más noble y lo más rescatable del ser humano.
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–Hoy hablará a los estudiantes de la Universidad de Valladolid. ¿Qué Delibes les acercará?
–Miguel Delibes es un escritor asequible. No estaré solo ante el peligro, tendré al lado a Ramón y ambos intentaremos mantener un diálogo. Hay pocos autores tan cercanos, tan asequibles, su obra es universal y eso prevalece. No creo que se haya perdido el interés por su lectura.
–Ha puesto voz al Unamuno de 'Palabras para un fin del mundo'. ¿Le ha dado muchas alegrías su voz?
–La heredé de mis padres, que cantaban flamenco muy bien. Yo también he cantado flamenco y zarzuela. Luego se me ha puesto voz de hombre y ya no puedo marcarme esos fandanguillos. Tampoco he tenido mala oreja y el aparato vocal me ha dado bastantes satisfacciones.
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–La cultura alivió el confinamiento para ser olvido después. Debe haber un ministro del ramo ¿qué le ha parecido esa gestión?
–Cuando estoy de gira me concentro en ello, y en casa me recluyo, que es muy saludable ahora. Estoy poco atento a las plataformas que sé se manifiestan. En cualquier caso sí tenemos un ministro que es el hombre invisible o el hombre inalcanzable. Uno va aprendiendo con la edad y cito bastante al tío Tomás de mi pueblo, también hablé de él con Miguel, que decía «lo primero es antes, chaval». La política cada vez me deja más frío, tengo escasa capacidad de reacción. No quiere decir que pase, ni que culpe de todo a los políticos, nosotros los hemos puesto ahí, somos responsables, pero trato de apartarme, que lo resuelva otro.
–Los más pequeños le conocen por 'Velvet', los más mayores por el landismo y en medio, un gran despliegue de registros ¿ha ido haciendo carrera según lo que le proponían?
–El teléfono sonó o no sonó y respondí a quien estaba al otro lado. Aprendí de Fernán Gómez que decía que en España es muy difícil que un actor o actriz pueda decir que quiere hacer esto o aquello. Sonó y respondí a Ozores, a Marsó, a Vermut o a Maillo. Me he entendido con todos muy bien. Siempre guardo una memoria emocionada y de agradecimiento a todos aquellos que confiaron en mí al comienzo de mi carrera y, por supuesto, no reniego de nada de lo que he hecho.
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–Sugirió que esta sería su última gira.
–Tengo compromiso con 'Señora de rojo...' hasta avanzado el 2022. He cumplido 83 años, será difícil que encuentre otro texto como este y la posibilidad de rendir homenaje diario a quien presumo fue mi amigo. Es sensato pensar que en 2022 esté uno para pensar más en sí mismo que en los personajes. Ojalá pueda seguir jugando a que el otro se crea que soy el que no soy. En cualquier caso, pocas cosas tan satisfactorias en más de sesenta años de carrera como poder hacer 'Señora de rojo...'.
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