El dramaturgo José Manuel Mora, en el auditorio Miguel Delibes. Carlos Espeso
Teatro

José Manuel Mora: «La espiritualidad es una asignatura pendiente en España» 

El director de la Escuela Superior de Arte Dramático de Castilla y León estrena este miércoles 'Los nadadores diurnos' en el Teatro Español

Victoria M. Niño

Valladolid

Miércoles, 8 de febrero 2023, 00:23

Ganó un premio Max al espectáculo revelación en 2015 con 'Los nadadores nocturnos' y hoy estrena su continuación, 'Los nadadores diurnos', en el Teatro Español. José Manuel Mora (Sevilla, 1978) es un dramaturgo de fondo que escribe en los paréntesis de las labores administrativas y ... docentes. Dirige desde 2017 la Escuela Superior de Artes Dramático de Castilla y León que además del ciclo formativo oferta un máster que atrae a alumnos del resto de la Península y del otro lado del Atlántico. Hasta el 5 de marzo su obra estará en las Naves de Matadero en Madrid y el 18 de marzo, en el LAVA, en Valladolid.

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–¿Nervioso?

–Atento, cambio el texto hasta días antes del estreno y hasta horas antes, si me dejaran. Escribo con total libertad, luego ese texto pasa a Carlota Ferrer, la directora, que plantea la escenografía y a partir de sus escenas, juntos decidimos añadir o quitar texto, lo que sea necesario, acompasamos escena y palabra.

–¿Por qué una segunda parte de 'Los nadadores'?

–Por la misma razón que uno empieza a acostarse temprano para madrugar. La primera parte termina con el personaje de un niño que ajusta cuentas con el sistema, con el estado y la política. Algunos espectadores lo recibieron como un final hermoso, porque era un niño quien hacía la crítica. Otros consideraron que era de un pesimismo absoluto por plantear la necesidad de destruir el sistema. Esa bipolaridad me sorprendió. Para mí es un final positivo pero la reacción de los espectadores me resultó ambivalente y me lo replantee. Por otra parte, había personajes que tenían más recorrido lo que unido al interés de una coproducción del Teatro Español, el LAVA y el Teatro Principal de Zamora hizo que lo reconsideráramos. A fin de cuentas la noche da paso al día. En esta segunda parte los personajes ajustan cuentas no tanto con el mundo sino consigo mismos. Del fracaso anterior queda en el aire la enseñanza evangélica o tolstoiana, no se puede cambiar nada si no cambia uno mismo. Se abre así una redención.

–¿Qué nexo tiene con la primera entrega?

–El protagonista es el hijo del de la pieza anterior que explora nuevos temas como el ajuste de cuentas con el padre. Hereda su legado, la Orden secreta, y tiene que elegir entre seguir los pasos del progenitor o buscar un camino propio. Terminan en un salón de belleza donde todos los parias que no se adaptan se ponen monos para cruzar el umbral y morir.Es una idea que está en el testamento de Alonso Quijano, en 'El Quijote', una invitación al buen morir, a retirarse a tiempo.

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–Entre el elenco, el vallisoletano Alberto Velasco.

–Es casi un texto escrito para él, al escucharle me da la sensación de que lo ha entendido en su profundidad mejor que yo. Tiene un vuelo místico, un deseo de explorar zonas sagradas de uno mismo, una constante búsqueda de dios. Lo que dice se introduce por nuestros resquicios. Es un texto que obedece a mi momento personal, creo que la circunstancia determina lo que uno escribe.

–¿Ecos de la residencia última en Paredes de Nava sobre el misticismo?

–Todo lo que vivo me enriquece, la escritura me sirve como drenaje linfático de mi vida.

–¿Espiritualidad como contraste con la realidad circundante?

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–Por contraste con lo que acostumbramos a mirar de la realidad, depende de la lente que nos pongamos. Estoy en un momento de fuerte conversión, de dirigirme a dios. Esta locura trascendental puede parecer soberbia pero tiene sentido. Veo que los grandes escritores son los que se han medido con algo superior a ellos. Vivimos hoy en una falsa y pacata horizontalidad, ya lo explicaba Simone Weil, si degradas la autoridad terminas supliéndola con el ego. Cuando solo nos medidos con nosotros mismos, la escritura pierde su carácter místico, el valor sagrado de las palabras. Se ha hecho un uso perverso de la espiritualidad en este país, se ha instrumentalizado algo tan hermoso en un intento de controlar las conciencias. Es una asignatura pendiente. Como explica un carmelita de Ávila citando a Santa Teresa, realmente lo más revulsivo hoy sería la conquista interior. Si haces esa conquista, no necesitas nada y el sistema capitalista colapsaría. Ahí está la relación entre religión, espiritualidad y el sistema capitalista, que nos programa para producir y consumir más, para aguantarlo tomando más psicofármacos y estando más lejos de nosotros mismos.

–¿Es una tranquilidad contar con una coproducción?

–Sí tenemos respaldo pero hay que recordar que son siete actores. Una coproducción con 2 o 3 actores es muy rentable, con siete asumes un porcentaje de riesgo alto. La primera fue una producción propia que se exhibió en el Matadero. En este caso empezamos mejor, no acepto el victimismo, no estoy en posición de queja. Ahora bien el tejido teatral para absorber una producción con un equipo de quince personas es muy difícil.

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–Fundó Draft.inn ¿la libertad creativa la preserva mejor una compañía privada?

–Hemos arriesgado siempre porque hacer lo que queremos supone tomar esas decisiones. No cuestiono el modelo de colaboración público-privada, entre otras cosas porque lo que hacemos es de gran complejidad técnica y solo puede ser exhibido en espacios públicos. Nunca nos hemos plegado a las circunstancias, quizá no sabemos. No hemos hecho un monólogo, no nos damos por vencidos. Las estructuras públicas han de cuestionar su maquinaria, tienden a trabajar con un modelo que afecta a la creación, cada vez se asemejan más a las privadas. Siempre hay problemas cuando para alcanzar un fin se crean unos medios y estos generan una burocracia que hay que alimentar, terminando por ser un fin en sí mismas. Escribir lo que quieres tiene un peaje que gustosamente asumimos porque consideramos que la libertad absoluta implica eso. Mi yugo soy yo. Escribo lo que puedo pero no tengo interiorizadas las condiciones de producción. Hay una tensión entre lo que quieres y lo que puedes en la que te mides como creador.

–Alberto Conejero, María Velasco y usted son tres autores de éxito vinculados con la Escuela. ¿Redunda en sus alumnos?

–El problema surge cuando se piensa que el éxito puede ser entendido como un instrumento de ascenso social o de prestigio. El hecho de que el primer texto ganara un Max contribuyó a una gira poderosa que hizo que el trabajo fuera rentable. Pero no considero que el éxito sea garantía de nada. En la Escuela hemos intentado acortar la distancia entre la gente del teatro y la enseñanza. Los que logran éxito fuera tienen la obligación de estar enseñando, otra cosa es que las escuelas deban adaptar sus estructuras para admitirlos. Pero cuando aparece el éxito, la enseñanza se vuelve pesada. El trabajo en la base es más duro que en la cima.

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