Improvisación, cuando la técnica es una actitud

Serán doce profesionales de la improvisación los convocados. «Tres técnicos, cinco actores de la compañía y cuatro invitados», explica su capitana, Berta Monclús. Ana Carretero, Roberto Lobo, Saúl García, Cristina Muñoz y Berta son los artistas residentes. Desde Sevilla viene Germán Sartori, de Alicante, Santi Avendaño, de San Sebastián, Álvaro Manso, y el argentino Ernesto Zuazo.

Desde las nueve de la mañana de este viernes «entrenan» técnicas y recuerdan estilos. «Todo es improvisado pero no vale todo, hay unas reglas, como en el parchís, que luego podemos reventar como artistas», explica Monchús. La improvisación comienza con las tarjetas del público, las que reciben en la entrada y en la que escriben «ideas, sueños, deseos, títulos... A partir de eso y de un estilo comenzamos».

Vienen del «teatro pobre, del que no necesita más que el público para contar», neuronas más que atrezzo. «En las historias están prohibidas las palabras 'no, nunca, aunque, pero, sin embargo'. A nivel de escena pesa porque niegas la posibilidad de continuar al compañero y en la vida también. Nuestra lema es 'sí y además', que quiere decir 'acepto tu propuesta y la hago crecer'». Además de los espectáculos tienen una escuela a la que acuden 150 alumnos, «en su mayoría amateurs y gente de la calle que encuentra un espacio de libertad, de creatividad, donde no se juzga a nadie y no existen los miedos que laten fuera». Hay un paralelismo entre escena y vida, un trasvase de su filosofía que sirve para ambos teatros. «Lo que aplicas en la improvisación –la belleza de la imperfección, abrazar el error, mostrar nuestra vulnerabilidad como actores– vale para la vida. Cuando nos equivocamos, el público nos quiere y cuando vuelven traen a su familia».