Los hilos que mueven la conmoción económica mundial

Uno de sus protagonistas es Ramón Barea. «Trata de cómo en algún lugar de Nueva York se trama un experimento socioeconómico con los Chicago Boys para intervenir económicamente Chile y coadyuvar al golpe de Pinochet, barriendo el socialismo democrático de Allende. El caso chileno parte de la conquista socialista del poder a través de las urnas, sin intervención armada ni revolución alguna. Entonces se da un golpe de mano del capitalismo para privatizar lo que rentaba. Aparecen en la obra Nixon, Pinochet, Elvis, Thatcher, y dibuja un panorama no demasiado contado. Es escalofriante cómo nos pueden manejar los poderes económicos», cuenta el actor vasco. «El shock de las privatizaciones tiene un eco en la España de hoy, cuando nos hemos dado cuenta de se ha ido delegando la sanidad pública en manos privadas y no tenemos un fuerte sanitario como creíamos».

Barea subraya la universalidad del mensaje «cualquiera lo reconoce y se muestra en distintos escenarios. La obra tendrá continuidad, forma parte de una saga. Ya trabajamos en el 'Shock II', en este caso la conmoción es la guerra, desde la Irak hasta las actuales. Ahora no se producen colonizaciones sino democratizaciones. El paradigma fue la intervención de EE UUen Irak para 'democratizar' el país».

Serán los mismos actores y trabajando a la manera de Lima. El Premio Nacional de Teatro de 2019 ha unido en el texto a otros tres reconocidos dramaturgos; Albert Boronat, Juan Mayorga y Juan Cavestany. «Andrés forma un equipo amplio de actores, técnicos, dramaturgos, músicos y trabaja a partir de una idea, no de un texto acabado. El primer 'shock' nos llevó un año de preparación. Él te da la información y en cada sesión uno aporta una metáfora, otro una frase o una imagen. Todos intervenimos en la elaboración de la ficción en situación de igualdad. Andrés tiene el esqueleto, la carpintería, y se completa con el trabajo de todos», explica Ramón, que viene de ensayar 'Raíces cortadas', una obra sobre Victoria Kent y Clara Campoamor, que estrenará en el espacio que dirige en Deusto, Pabellón 6. «Y si todo va bien, para enero del próximo año montaré 'Viaje a ninguna parte' para el Arriaga. Soy un privilegiado, toda mi vida profesional se basa en mi iniciativa, nunca tuve representante ni llevé un dossier o proyecto a nadie. Siempre busqué un hueco en el sitio que deja el teatro comercial, nos inventamos un circuito», dice lamentando la situación de la cultura en la pandemia y a la vez recordando que «nosotros siempre hemos podido trabajar, quizá al 50%, quizá menos, pero no hemos parado. El teatro debe volver a la calle, a lo inmediato y tendrá su sitio. Lo que no funcionará será el teatro convencional. Quizá esto nos demuestre que hay sitios antinatura como discotecas gigantes o estadios, tanta gente junta es forzar demasiado la máquina».

Activo en edad de posible retiro, «estoy muy dolido con la soltura con que se aceptó que había un sobrante en la sociedad y que era normal que muriera. Oen los rodajes quitando las edades de riesgo. Lo único que me deprimió fue esa crueldad, el desparpajo de la sociedad para deshacerse de los restos».