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Rafael González divide las horas del día entre su jornada laboral como jefe de la estación del AVE de Segovia y el tiempo de ocio entregado a los grupos de teatro Y Ahora Qué, de su ciudad, y Fénix, en Zamora. «Soy ferroviario y en ... mis ratos libres ensayo, y las jornadas de descanso represento obras en los pueblos sin cobrar. El actor profesional tiene un oficio y vive de él, paga sus impuestos; los aficionados no cobramos ni un céntimo, lo hacemos porque nos gusta».
Como Rafael González (62 años) cientos de personas en Castilla y León dedican parte de su tiempo a subirse a un escenario emboscados en multitud de personajes diseñados para hacer reír, conmover, pensar o divertir. Preside la Federación de Grupos de Teatro de Castilla y León –con sede en la localidad segoviana de Navas de Riofrío–, que integra a 65 grupos de teatro aficionado de las nueve provincias, aunque en la región operan en torno a 250 formaciones que se han hecho un hueco en los circuitos de la programación escénica de ayuntamientos, diputaciones y de la Junta de Castilla y León.
«La mayoría somos formaciones estables, con una actividad regular, nos presentamos a muestras y certámenes de todo tipo y condición y vamos a los pueblos donde nos llaman: lo mismo actuamos en frontones que en plazas, en iglesias.... y por muy aficionados que seamos, la calidad tiene que ser sagrada», relata González.
En Valladolid, David Puertas y Olaya Jiménez comparten algo más que matrimonio. Él lleva quince años subiéndose a las tablas y ella, el doble. Fundaron Diabla Teatro en 2013. Antes empezaron a captar a personas ligadas al mundo de la interpretación y algunos de sus miembros llevan desde 1987 en el teatro 'amateur'. David actúa, Olaya dirige, y este año han llevado su repertorio a Coca (Segovia), Lerma (Burgos), Valladolid y Madrid. La semana pasada ofrecieron dos sesiones de 'La noche de madame Lucienne' en la sala Borja, «una apuesta arriesgada de vanguardia; supone un salto en nuestro grupo porque es hacer teatro dentro del teatro, una situación en la que el público contempla un ensayo real, normal y corriente dentro de la obra», explica David Puertas.
Más allá de su trabajo cotidiano como administrador de fincas, en el reto de meterse en la piel de un personaje halla una forma de explorar otros ámbitos de su propia personalidad. «La mayoría de mis clientes saben a qué me dedico como segunda actividad, algo totalmente diferente a como ellos me ven en el trato laboral. Los que estamos metidos en esto lo hacemos porque nos apasiona, el teatro es un aprendizaje de vida».
En Diabla Teatro realizan una media de entre 25 y 30 actuaciones al año. Cargar la furgoneta con el equipos de vestuario, decorados, iluminación, montar y desmontar y hacer kilómetros por carreteras comarcales forma parte de las ocupaciones inadvertidas para el espectador pero esenciales para quienes se sumergen en este 'hobby'.
A la plantilla de ocho integrantes se suma en numerosas ocasiones personal que ayuda en labores de maquillaje, atrezo y vestuario. «Sin su colaboración esto no sería posible; a veces llegamos a juntarnos unas 15 personas», alega David Puertas, bregado en la «dura competencia» existente en Castilla y León en general y en la provincia de Valladolid en particular, con unos cincuenta grupos ofreciendo espectáculos. «Casi la mitad de los fines de semana del año tenemos 'bolos'; la diferencia con las compañías profesionales es la dedicación».
Otra característica distintiva, cuenta, es que afrontan la actividad escénica en dos modalidades económicas: Una, generalmente cuando hacen un estreno, en la que ellos pagan el alquiler de la sala y ponen a la venta las entradas. «Como somos asociación sin ánimo de lucro, no hay reparto de beneficios, lo que se genera se destina a sufragar otra obra», apunta. La segunda forma de actuar es por caché, «en nuestro caso, cercano a los 800 euros por representación; no nos mueve el dinero, si no actuar;gratis acudimos a donde nos llaman para colaborar en iniciativas solidarias», apunta consciente de que la cuestión del dinero suscita controversia entre grupos aficionados y profesionales.
No obstante, señala que quienes viven del teatro como principal fuente de ingresos «deben ofrecer algo completamente diferente a lo que hacemos los aficionados. Muchos ayuntamientos contratan a 'amateurs' porque son más baratos; nosotros hemos subido el caché porque llevamos ya unos años en esto y antes no nos conocía ni el Pirri; a medida que hemos ido cogiendo nombre hay más posibilidades de dar a conocer nuestros montajes».
El gremio docente y de funcionarios domina en el perfil laboral de los integrantes de Diabla Teatro, volcados en los ensayos entre cinco y seis horas dos días a la semana. «Echamos mucho tiempo y sinsabores, porque detrás de lo que hacemos hay sufrimiento. En ocasiones veo a mis compañeros llorar por la presión de salir a dar la cara ante el público, porque llega el momento culminante y no acaba uno de dar todo lo que tiene dentro», confiesa David Puertas.
Otro veterano en alzar y bajar telones desde 1996 es Jesús Fuente (47 años) con la formación palentina Cachivache. Fuera del horario de sus obligaciones laborales en una empresa de servicios informáticos compagina la dirección y la interpretación en obras como 'Un corazón lleno de lluvia', de Jorge Díaz; 'Soliloquio de grillos', de Juan Copete, y 'Meditaciones para una emergencia', una adaptación propia. «Llevamos nuestras obras por todo el territorio nacional, la última vez en un teatro de Mequinenza (Zaragoza); trabajamos para vivir y vivimos para hacer obras de teatro», cuenta con orgullo. Para este aficionado el encanto de encaramarse a un escenario reside en que detrás haya espectadores disfrutando. «Interpretar es un arte enraizado en la existencia humana, esto no lo hacemos por dinero. Si no, estaría profesionalizado y no sería un 'hobby';para los ocho que normalmente estamos metidos en esto no es nuestro medio de vida».
Hasta 27 grupos participan en la 36 Muestra de Teatro Provincia de Valladolid, organizada por la institución provincial. Buena parte de la dirección de los montajes se ha encargado a alumnos y diplomados de la Escuela de Arte Dramático, «lo que representa una garantía de calidad en la selección de textos y las representaciones», se subrayó en la presentación.
Un informe elaborado por la Federación de Grupos de Teatro Aficionados de Castilla y León estima en un millón y medio el número de espectadores de la comunidad que acuden a alguno de sus espectáculos. Puestos todos ellos en escena con la intervención de unas 4.500 personas «que ejercen una labor cultural de forma voluntaria y altruista», se subraya en un documento de esta asociación.
La Asociación de Empresas de Artes Escénicas de Castilla y León (ARTESA) reúne a 28 compañías profesionales que este año han dado la voz de alerta ante la situación de precariedad y escasa contratación en que se mueve el sector. En estas circunstancias, su presidente, Tomás Martín, valora la aportación cultural del teatro aficionado, si bien, exige a las administraciones que eliminen «algunos vicios y malas prácticas que ha traído la crisis». «Históricamente en la región existe un teatro aficionado potente en el medio rural y los barrios de las capitales, pero sucede que algunas administraciones no diferencian entre aficionados y profesionales en sus programaciones y eso no es bueno». Añade también que en ocasiones «algún actor profesional se acoge al régimen de las asociaciones sin ánimo de lucro para ejercer el oficio dando pocas cuentas al fisco y a la Seguridad Social; la crisis propicia esa picaresca». Una queja compartida también por Rafael González, portavoz del teatro 'amateur'. «Se da algún caso en el que actores titulados y con trabajo en compañías crean una asociación cultural que funciona como grupo aficionado buscando dinero fácil que luego se reparten; urge poner coto a esas situaciones».
A mayores, esgrimen un informe de la Sociedad General de Autores (SGAE), en el que se estima que de cada tres funciones de teatro que se realizan en España, una está protagonizada por aficionados. Habituados a auditorios heterogéneos, desde los poblados centros cívicos de las capitales a los minoritarios de pequeños pueblos, la escena aficionada sigue reclamando el aplauso y el apoyo de ser incluidos en circuitos escénicos para dar rienda suelta a la pasión de vivir en otros personajes y circunstancias.
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