El conflicto entre el bien y el mal en México se dilucida entre una periodista, Lydia Cacho, y las mafias y corrupciones administrativas que potencian la pornografía infantil y la matanza de periodistas. La propia Lydia ha escrito la obra que en el Calderón es ... interpretada casi como una conferencia-monólogo que da testimonio de la labor de Lydia y de su valor, siempre captada por otra actriz cámara en mano y una pantalla al fondo del escenario donde la proyecta desde su propia actuación y ofrece algunas fotos, rostros y datos para terminar con las palabras consoladoras de Lydia Cacho.
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Todo es ahora teatro. Nos ha faltado en esta ocasión la presencia física del mal. Era muy difícil mostrarlo y es en la propia Marta Nieto donde encontramos su acción. En ese testimonio de quien supo ser valiente y luchar a pesar de las manazas y sevicias. Un mal existente en mafias y gobernantes que hacen de México un país quebrado.
Con una actriz que realiza una agotadora labor de voz y gesto entrando y bajando de un automóvil desvencijado o de una celda con camastro que forman la escenografía. Es un testimonio transido aunque insuficiente. La gran obra sobre estos traumas que se multiplican aún está por escribirse.
Las circunstancias económicas y sociales no son las mejores para la expansión que el arte escénico necesita. Textos breves, repartos escasos, poca profundidad, mucho amor propio y trabajo. Solo la danza con grupos, algunos institucionales, no está en crisis. Sus técnicas y su continuidad lo permiten. Entretanto el teatro sigue vivo y confiando en una resurrección total.
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