Verter en un espectáculo las pulsiones personales de una gran artista como Ana Morales aboca a lo excepcional y a un cierto tono oscuro, intimo y lleno de alternativas. No es la juerga, la fiesta. Es la intimidad que se nos revela. En el fondo ... del escenario tres paneles que luego se elevarán dejando el espacio vacío, con Ana que se dirige al público con el gesto. Ha sido un exorcismo, con un esfuerzo sobrehumano. Están presentes todos sus fantasmas y ella. Vestuario plural desde el desnudo mágico en el que la atmósfera sexual está presente.

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Taconeo, vueltas, estudio de la expresión, bailarina y actriz. En los momentos del dúo con José Manuel acercamiento físico, y el cante magnifico de Juan José Amador y la participación de los otros dos músicos perfectamente dirigidos, creando una atmósfera especial.

Sin permiso, canciones para el silencio

  • Dirección: Ana Morales y Guillermo Weickert. Intérpretes: Ana Morales y José Manuel Álvarez. Músicos: Juan José Amador, Juan Antonio Suárez 'Canito', Daniel Suárez. Teatro Calderón.

Ana Mortales está soberbia. Técnicamente es una gran bailarina, con un dominio y una resistencia asombrosa en sus solos y sus pasos a dos. Encarna un flamenco profundo que proyecta el interior de su espíritu y el exterior de su baile. Muy bien José Manuel Álvarez, bailarín brillante que enlaza magníficamente con Ana y su expresión, lo mismo que los tres músicos y el canto esencial en un formalismo que persigue un fin, con las luces como esencial apoyo.

Aplausos y final con reiteración. Excepcionalidad, no hay duda. Crear desde la verdad lo supone.

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